La voz del silencio

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1982

—Cállate, todos nos están observando —susurró Tristán ante la atenta mirada de sus progenitores.

"No, debes matarlos".

Tristán tenía las manos sudorosas, detestaba sentirse observado. Normalmente él podía fingir que nadie susurraba, que nada malo pasaba, que era tan normal como cualquiera.

Pero en momentos así, cuando las voces eran parte de él, solo podía desear estar solo.

Pero estaba almorzando con sus padres y ellos lo miraban con escepticismo por la fuga de la noche anterior. Por más que la mucama insistió que él se había ido sin que ella lo notara cuando fue a servir un poco de agua, nadie le creyó. Así que fue despedida y él no pudo agradecerle.

"Mátalos, mátalos, desean morir. Ellos te odian por lo de tu hermanito. Tú deberías odiarlos y matarlos".

—No, no, shh —dijo él penas moviendo los labios. Movía su pie insistentemente bajo la mesa, intentando no estallar.

—Tristán Adam Tomasini, ¿qué tanto murmuras? —preguntó la señora Tomasini con una ceja alzada.

—Nada, madre, nada. No deben preocuparse por mí —respondió él mientras su cabeza reía.

—Niño, no es bueno hablar solo, pensé que eso había quedado claro hacía tiempo —agregó el señor Tomasini.

—Sí, padre.

"Ellos no entienden. Ellos creen que estás loco. Pero estamos bien, solo dáñalos, córtales la garganta, muérdeles las entrañas. Escúchame, escucha mi voz".

Tristán se mordió la lengua para no responder. Pero la comida no pasaba por su garganta.

"Eres un inútil, no puedes obedecer, hazme caso, estúpido".

Tristán de verdad intentaba centrarse en otra cosa. De verdad intentaba no oírlos. Pero cuando comenzaban a hablar, no había forma de callarlos.

—Nadia, ve a ver quien toca el timbre. Si no es familiar, no lo dejes pasar, no esperamos visitas —dijo la madre de Tristán mientras una chica de servicio se dirigía a la puerta. Tristán no había oído el timbre.

"Hay visitas y tú apestando. Apestas, idiota, mátalos".

Las palabras se confundían y repetían en su cabeza. La muchacha volvió pálida con rostro asustado.

—Es un patrullero, el portero lo dejó pasar, ya viene un policía.

Y entró un oficial en el comedor.

Los señores Tomasini se pusieron de pie de inmediato, confundidos totalmente por la presencia del hombre. Tristán demoró unos segundos en reaccionar y recordar los modales que Zamara le enseñó, se puso de pie e inclinó la cabeza con respeto.

—Señores Tomasini, buenas tardes, soy el oficial Pespoasdfaskojf. Lamento interrumpir su almuerzo, pero algo urgente me trae por aquí.

—Oficial, no se preocupe, sea bienvenido a nuestra casa y díganos que podemos hacer por usted —dijo la señora Tomasini y luego agregó —: Nadia, trae un café para el oficial, ¿o prefiere té?

—Café está bien, muchas gracias. ¿Él es su hijo?

El oficial miró a Tristán con ojos cálidos. No parecía malo.

"Te mira, sabe lo que eres. No me ignores, escúchame, idiota. Oye, oye, no me ignores".

—Sí, él es nuestro Tristán.

Tristán //Enfermiza obsesión Where stories live. Discover now