Especialmente destinada

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(Actualidad)

Máximo veía como las gotas de sudor bajaban por las cienes de Tristán mientras el mordía sus nudillos. El joven tenía el frasco de medicamentos en la mano, dispuesto a empujarlos a través de la garganta del hombre si fuera necesario.

Tristán negaba con la cabeza mientras susurraba el nombre de Staphina con los ojos cerrados. Sentía que las palabras de su cabeza lo quemaban, susurraban, respiraban en su oído. Una parte de él intentaba centrarse en Máximo parado frente a él pero, ¿qué hacía a Máximo mas real que los susurros que oía?

Entonces lo sintió. Supo que Staphina se encontraba en la habitación de la misma forma en la que, con los ojos cerrados, sientes el cambio de luz entre el sol y las nubes. Staphina era su sol entre las nubes de su locura.

Al abrir los ojos no pudo ver nada en la habitación más que a su amada de cabello oscuro, ni Máximo, ni los muebles, todo había desaparecido a excepción de las paredes y Staphina.

—Mi querida —susurró el torturado hombre.

Una voz en su cabeza hizo acallar a las demás, una voz dulce y un poco triste, ella siempre estaba triste.

"Mi cielo, no debes hacer esto para verme, siempre estoy contigo".

Tristán no podía dejar de mirarla, vestía igual que la última vez que la vio, siempre era así. Calzas azules con un corto vestido negro y su habitual cabello alborotado. El hombre idolatraba su imagen, siempre lo había hecho.

—Necesito verte.

"Para verme debes recordarme... nunca debes lastimarte ni ponerte en riesgo por mí"

La imagen de Staphina se fue difuminando en las húmedas paredes de la casa.

—¡NO! —gritó Tristán a la vez que las voces volvían, su último atisbo de cordura demasiado lejos ya.

De alguna forma Tristán logró tomar las pastillas. Era la segunda dosis seguida que se saltaba, a veces llegaba a preguntarse si las pastillas de verdad estaban allí.

Ahora se preguntaba por qué los pájaros cantaban en la noche mientras se acurrucaba en una habitación vacía a que el medicamento funcionara.

¿Por qué sus manos olían a nuez moscada?

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1982

El verano llegó tan caluroso como siempre lo hacía. El señor Tomasini estaba de muy mal humor puesto que Granny Matozzani estaba de visita durante ese mes tan infernal. Por lo general los padres de Tristán no tenían muy buena relación con la Granny, ella era la única con el suficiente valor para decirles lo que realmente creía.

Tristán, por el contrario, estaba feliz. La presencia de la Granny logró que su padre le levantara el castigo de dos semanas cuatro días antes de lo previsto. Al parecer la abuela del chico creía que exageraban, como siempre; además, los vecinos ya habían conseguido una tortuga de mascota como remplazo.

Los días siguientes al incidente fueron bastante complicados en la casa. Todos opinaban, pero nadie se animaba a tomar una decisión al respecto de lo ocurrido.

Eso hasta que llegó Granny y decidió que llevaría a Tristán al té con la señora Fabrello, una vieja amiga de la Granny. El muchacho disfrutaba mucho pasar tiempo con su abuela y sus extravagantes amigas y ese día aún más, ya que por fin saldría de su habitación.

Mientras iban en el auto la Granny le contaba a su querido nieto la tremenda aventura que tuvo hacía casi una semana al intentar tejer otra cosa que no sea "punto cruz". Él solo debía asentir y mostrarse sorprendido cuando su abuela alzara la voz.

—Tristán, mi nieto favorito, ¿qué cruzó por tu cabeza cuando arrancaste el cráneo de ese pobre animal? —preguntó de sopetón la anciana.

El chófer, que no sabía nada del incidente casi choca con un auto que se había detenido en frente al oír las palabras que provenían del asiento trasero, pero supo disimularlo.

—En realidad nada, Granny. Ni siquiera me percaté de lo sucedido hasta que la vecina gritó a mis espaldas.

—Ay, pequeño mío, ¿que está pasando? Primero te escapas, luego matas animales. ¿Esto es alguna extraña fase de la rebeldía adolescente? Porque si es así prometo hablar con tus padres para que te den un poco de libertad —aseguró ella muy convencida de sus palabras mientras toqueteaba su cabello blanco.

—Granny, ¿cuántas veces has intentado eso antes? —preguntó Tristán.

Entonces, mientras Granny respondía, un rostro se materializó en la ventana tras su abuela.

Staphina.

Pero era imposible que allí se viera rostro alguno siendo que el automóvil aún se encontraba en marcha.

Tristán debía localizar a Staphina a como diera lugar.

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2010

Una niña.

Había una niña en el consultorio del doctor Thompson, sentada en la silla del doctor.

Tenía unos ocho años, cabello rubio y ojos alegres.

—¡Hola! —había saludado con entusiasmo.

Tristán se quitó el sombrero que llevaba y se sentó frente a la niña, en la silla frente al escritorio.

—¡Hola, pequeña! ¿Qué haces aquí? —le preguntó a la niña.

Tristán estaba comiendo bien, vivía en una pensión con otras personas. Ayudaba a la dueña del lugar con las tareas y asistía a un pequeño club de lectura cada viernes por la tarde.

Tristán estaba bien.

Había esperanza en sus ojos, había cordura en sus palabras.

Tristán podía vivir como cualquier persona normal.

La pequeña se encogió de hombros y entonces el doctor entró con un café en una mano y una caja de leche chocolatada en la otra.

—Tristán, hombre, ¡qué bueno verte! ¿Ya conociste a mi hija, Olivia?

Tristán la había visto en fotos. todo el consultorio estaba lleno de sus fotos, pero verla en persona era diferente. La niña irradiaba una inteligencia en sus ojos que dejaba estupefacto a cualquiera.

—Olivia, tu padre se pasa nuestras sesiones hablando de ti, ¿sabes? —dijo el paciente mientras sonreía a la niña.

Ella sonrió satisfecha mientras alargaba la mano hacia su padre para que le diera la leche. Luego se puso de pie, tomó la mochila rosa que estaba bajo el escritorio y se fue a sentar al diván.

—Hoy Olivia nos acompañará, su maestra está enferma y su madre está trabajando también. estamos viendo si la anotamos en horario completo de colegio o si conseguimos alguien que logre cuidarla, al menos hasta que sea grande.

—¡Ya te he dicho que soy grande, papi! —dijo Olivia desde su rincón de colores y hojas.

Dante sonrió y ese día Tristán supo que Olivia era incluso más especial de lo que su padre decía.

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*Esperando el asesinato en masa que cometerán en mi contra* Ni sé si eso tiene sentido.

Hace más de un año que subí la historia y no vamos ni por la mitad (maldita facultad).

Terminé las clases, así que eso significa actualizar más seguido *ya nadie le cree, la matan igual*

Eeeen fin. No subiré dedicatorias porque son las 5:10am y me mueeero de sueño.

Ya quiero terminar esta historia, para poder editarla y empezar con Alena a inicios del 2017 (por cierto, ya tengo la hermosa portada de Alena).

Gracias por todo *no puedo evitar las notas* ♥♥

Tristán //Enfermiza obsesión Where stories live. Discover now