1: Tomando caminos

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El intenso sol que había acariciado su piel en el camino de vuelta a casa le ofreció un último beso antes de abrir la cerradura y adentrarse a la frescura del pequeño lugar en el que vivía. Texas, el estado de la estrella solitaria, era caluroso por esa época del año, por lo que la mayoría de las personas a esa hora corría en búsqueda de un lugar sombreado, y ella no era la excepción.

Cerró la puerta de entrada tras de sí y caminó hasta dejarse abrazar por el mullido sofá de la sala, que parecía haber estado esperando su llegada para envolverla en el tacto frío de la tela. Inhaló un segundo antes de soltar el aire de manera pesada y se concentró por un momento en la soledad que la rodeaba. Era la misma quietud que la recibía a diario. El mismo silencio que conocía desde que vivía en aquel lugar. Intentó encontrar algo diferente, descubrir si durante las horas que había estado fuera algo, cualquier cosa, había cambiado, pero pronto se dio por vencida.

Sacando los pies de los botines, los escondió bajo su cuerpo al tiempo que se estiraba hacia la izquierda y hundía el botón de la contestadora.

Tiene dos mensajes nuevos —avisó la voz del aparato—. Mensaje uno: "Cariño ¿cómo estás? Hablamos con Sarita y nos dijo que aún no respondes su mensaje. Seguramente estás pensando su propuesta, pero tu padre y yo no creemos que debas pensarlo mucho. Cambiar de ambiente te haría muy bien. Hazlo. Muchos besos. Tu padre te manda recuerdos" Fin del mensaje.

Mensaje dos: "Abbey, muchacha, este es el quinto mensaje que te envío esta semana. Si tu respuesta es no, por lo menos respóndelo. Si no fuera por papá y mamá creería que te ha pasado algo... Por favor, nos haría bien pasar tiempo juntas y así conoces a tu sobrina y a David, que muere por conocerte. Cuídate" Fin del mensaje.

Después de escuchar los mensajes, Abbey sabía que debía responder, pero una frase en particular había robado su concentración y no dejaba de darle vueltas.

¿David moría por conocerla? ¿Por qué?

Seguro no era cierto, se dijo. Seguro era una mentira que Sarah decía solo para hacerla sentir obligada a ir.

Se paró del sofá y pasó hasta la cocina de dónde sacó un poco de agua del refrigerador, deleitándose en la frescura del líquido al bajar por su garganta, palpó el mesón y dejó el vaso en lugar seguro antes de pensar en la razón por la que casi nunca salía de la ciudad: era ciega.

Vivir con ceguera desde que era una niña de diez años le había servido para aguzar otros sentidos y para perfeccionar su memoria. Además, teniendo en cuenta que la causa de su condición se debía a un error médico, Abbey disponía de buenos fondos en el banco por la indemnización aun después de haberse independizado y haber estado estudiando. Eso era bueno, decían. Por lo menos no se moría de hambre...

Sin embargo, la ceguera no había hecho más que complicarle la vida a nivel social. El ser abandonada por su familia natural no fue suficiente para entristecer su existencia, sino que luego quedó discapacitada. Ya le parecía que a alguien allí arriba no le caía muy bien, aunque no terminaba de entender la razón.

Quizás sonara un poco dura consigo misma y la vida que le correspondió vivir, pero Abbey sabía que, si alguien estuviera en sus zapatos, o en los de cualquier persona discapacitada, seguramente podrían entender un poco a lo que se refería.

Amaba a su familia adoptiva. Ellos no esperaban que su salud se viera perjudicada y aun después de eso le siguieron apoyando. Pero no estaba de más recordar que la razón por la que sus padres le adoptaron fue debido a la soledad a la que se vieron enfrentados luego de que Sarah, la hija mayor, saliera de casa a forjarse un futuro cuando cumplió la mayoría de edad; y de que perdieran en un triste accidente a su otra hija, la menor. Por eso era que su relación con Sarah no era la más perfecta. Se llevaban bien, pero no iba más allá de eso, y estaba segura de que la cordialidad se debía a sus padres. Tampoco conocía a su cuñado, el locutor, debido a que desde el accidente médico ella estaba confinada en un colegio de alumnos especiales acoplándose a su nueva vida y prefirió estar rodeada de personas que la entendieran.

Lo esencialWhere stories live. Discover now