28: Plenitud

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Ceñiré mis labios suavemente a tu piel

hasta que no pueda separarlos de ti...

-Bernal Vargas



El apartamento de la joven, por cuestiones de comodidad, quedaba en la primera planta junto a otros dos apartamentos y un pequeño recibidor.

David recorrió con sus ojos lo que podía abarcar a simple vista del lugar en el que vivía la joven. Era pequeño y acogedor, tan normal que una vez más comprobó que la discapacidad de Abbey en realidad no era un obstáculo para ella. Por lo menos no uno que la sometiera a la dependencia.

Cuando estuvieron los tres sentados en la sala, la joven habló: —¿Y bien?

David notó que el muchacho lo miraba con intensidad, así que intercedió. —Puedes hablar delante de mí sin ningún inconveniente —dijo—. Estoy enterado de todo lo que pasó contigo y con Abbey.

Aquella confesión logró que la tensión de Phill disminuyera un poco, e inclinándose sobre sus rodillas, meditó unos segundos antes de hablar.

—Abbey, sé que lo que hice no tiene justificación... —comenzó.

—Ya hablamos de eso, Phill —le interrumpió—, tú me contaste las razones y yo las entendí.

—Lo sé, pero no sabes cuan mal me siento aun por eso. Quiero que me perdones —insistió.

—Phill, no te voy a negar que aún me molesta saber que fuiste un cobarde por dejarme sin siquiera avisarme, pero tampoco puedo ser egoísta —musitó ella—. Tu hiciste lo que te correspondía, por ningún motivo ibas a quedarte atado a mí y mucho menos después de haber sido testigo en carne propia de lo que era vivir en las tinieblas. No tengo nada que perdonarte.

—Pero tu estuviste para mi Abbey, y es por eso por lo que aún no puedo superarlo. Te abandoné cuando tú nunca lo habías hecho, eso fue injusto. Te había prometido que siempre contarías conmigo y no lo cumplí.

Abbey cabeceó. —No tienes por qué echarle más sal a la herida Phill, con todo esto solo estas complicando las cosas. Hubiera querido que todo terminara de otra manera, porque a pesar de todo tú fuiste alguien muy especial para mí. —David notó que la expresión de Abbey decaía ligeramente por los recuerdos, y no pudo evitar molestarse en contra del joven. Cuando estuvo a punto de reclamarle, se detuvo al observar que también estaba afligido. Tal parecía que su arrepentimiento era sincero—. Pero tomaste una decisión —continuó ella—, y creo que ya no tenemos más que decir. —Se puso de pie—. Pienso que ya puedes marcharte.

Phill miró la decisión en los ojos de la joven y supo que no habría manera de convencerla de nada.

Siempre, después de que le dieran la noticia de que podía recobrar la vista, se criticó por pensar solo en él y olvidar lo que había vivido en la Academia, el apoyo que ella le había brindado y la entrega que le había dado. Había sido un egoísta.

Y luego, cuando estuvo consciente de lo que había hecho, tuvo la cobardía de intentar ignorarlo, creyendo inútilmente que así todo desaparecería. Era la hora en que aun la conciencia le molestaba con aquel tema. Sabía que había querido aquella joven en su momento, pero también sabía que ese sentimiento se había formado en el apoyo y la compañía de ella y no más. En esos momentos la veía, y aunque era una mujer atractiva, solo podía pensar que le causaba pesar ver a una joven así llevar una vida ligada a las tinieblas.

Lo esencialWhere stories live. Discover now