1: Un nuevo comienzo

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Cuando la última caja del camión es descargada, suelto un gran suspiro apoyándome en el sofá de la sala. Mi hermana menor, Megan, me observa desde su lugar en el sillón individual con una copa de vino en sus labios. Yo estoy sudando, con el cabello anudado en lo alto de mi cabeza y con ropa deportiva, mientras que ella se ve estupenda y sin un pelo salido de su moño mientras me observa con una ceja alzada. Si no fuera por el hombre que contraté para ayudarme a llevar mis cosas de la casa de mi exnovio hasta aquí, no habría sobrevivido a subir cinco pisos (en ascensor por supuesto).

Desde que llegué, dos horas atrás, Megan se dedicó a apilar las cajas en mi nueva habitación. Yo fui la que hizo los cinco viajes desde el camión hasta mi habitación junto al señor de la mudanza para que fuera más rápido.

—Creo que podría necesitar una mano —digo con voz entrecortada, respirando fuerte y con una mano en el pecho. Como si eso ayudara a calmar mi agitada respiración.

—Tengo mis dos manos ocupadas —murmura Meg de vuelta, cogiendo su copa de vino con las dos manos para indicar su punto. No hace acopio de levantarse, sino todo lo contrario, extiende los pies delante de ella y se cruza de piernas para mayor comodidad—. Voy a descansar un ratito más.

No ha hecho más que descansar desde que la desperté de su siesta. El señor de la mudanza se demoró en sacar las cosas del departamento donde vivía, con mi exnovio, y por esa razón vinimos tarde aquí. Debí saberlo siendo hoy viernes por la noche; el tráfico es terrible. Justo ahora mismo me apetece tomar un largo baño con aromatizantes y tomar una copa de vino mientras me relajo en el agua, pero mi hermana no tiene una tina. Es una cosa que extrañaré de mi antiguo departamento.

No es fácil mudarme cuando ya estaba acostumbrada a mi vida con Devan. Era fácil estar con él, se había convertido en una rutina. Me despertaba en su cama, a su lado cada mañana y tomaba una ducha rápida, luego íbamos juntos al trabajo. Al terminar nuestra jornada laboral llegábamos al departamento y teníamos toda la noche para nosotros. Los fines de semana íbamos a beber unas copas con nuestros colegas del trabajo, o hasta íbamos a algún club a pasarla bien, bailando toda la noche. Esa era nuestra rutina. Y estaba bien con ella. Demasiado bien.

—Gracias por la ayuda —murmuro con sarcasmo a mi hermana y ella me saca la lengua.

Con esfuerzo me agacho a coger la última caja de mis pertenencias y camino hasta mi nueva habitación en el departamento de mi hermana, que una vez fue mío también. Las paredes de color blanco siguen igual de pulcras, mi cama está en su sitio, pero los cajones del closet y tocador están vacíos. No sé si mis energías sean suficientes para terminar completamente con la mudanza el día de hoy.

En el suelo hay otras nueve cajas, todas llenas de ropa y accesorios. Incluso de libros, revistas y hasta obsequios que Devan me regaló. No soy una persona apegada emocionalmente. Así que tener un peluche de mi ex no me hará llorar por la noche, ni tampoco me llenará de cólera por haberme dejado. No me produce nada, nunca nada lo hizo. Durante mi adolescencia mis exnovios siempre pensaron que era una persona fría, poco romántica y hasta seca. La verdad es que empezaba a pensarlo. Seis largos años con Devan y no había derramado una sola lágrima luego de escuchar pronunciarlo «hemos terminado» la semana pasada, justo después de negarme ser su esposa. Me había botado no solo del trabajo y de su departamento, también de su vida, y yo ni siquiera parpadeé. Hice lo que cualquier mujer con dignidad haría. Asentí, cogí mis cosas y me largué de allí con la dignidad y el orgullo intacto. No era de las mujeres que le rogaban a un hombre. No. Mi madre me enseñó más que eso.

—En media hora salimos —dice Megan cortando mis pensamientos desde el umbral de mi puerta. Sus ojos verdes como el de nuestro padre me miran con curiosidad. Desde pequeñas hemos sido unidas, y le agradezco tanto por siempre apoyarme. Con ella jamás soy fría, sino todo lo contrario. Podría decir que mi hermana menor es mi debilidad, la única que me saca ese entumecimiento y frialdad del corazón. No solo por su personalidad vivaz, también porque es mi única mejor amiga en el mundo.

Entre las sábanas | EN FÍSICOWhere stories live. Discover now