8: Provocaciones

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Por un momento dejo de pensar para seguirle el beso porque es lo único que mi mente me dicta, pero cuando recobro el sentido lo empujo. Baxter se muestra descolocado por un segundo y yo también. Estamos en el trabajo y a pesar de que nadie nos ve, está mal hacerlo aquí.

—¿Qué rayos, Baxter? —Mi corazón late rápidamente, pero yo lo ignoro, diciéndome a mí misma que es por el susto que alguien nos vea y no porque el beso me ha afectado—. No puedes besarme así como así. Mierda.

—Hace unos segundos te dejaste llevar. —Por lo visto a él le ha afectado el beso porque respira entrecortadamente y su pecho sube y baja con fuerza. Quiero cerrar la distancia entre nosotros, apoderarme de él y volver a sentir sus labios tibios sobre los míos. Pero cuando lo veo y me doy cuenta de dónde estoy, mis sentidos me alertan.

—Estamos bien así como conocidos, ¿por qué quieres joder esto? —Estoy tan malhumorada y con tanta frustración que empiezo a despotricar contra él—. Solo nos hemos acostado una vez, ¿qué más quieres? ¿El segundo round? Estamos en el trabajo, Baxter, y por mucho que quiera repetir contigo no es correcto. Eres el jefe y con solo una palabra hacia mí estoy despedida. Yo tengo mucho que perder a comparación de ti. Deja de ser egoísta y no vuelvas a acercarte a mí a menos que sea algo estrictamente del trabajo.

Dicho eso salgo de allí cruzándome de bruces contra Heidi, quien me mira asombrada. Estoy alterada sintiendo mis mejillas calientes, apuesto a que mis labios también los están por el beso, pero le sonrío cuando ella me saluda. Con disimulo levanto mi dedo pulgar y limpio la comisura de mis labios, solo por si acaso.

—Hola, Madison.

—Hola, Heidi —digo pasando por su lado sin detenerme a hablar con ella un segundo más.

Pero ella tiene la desfachatez de hablarme.

—Que tengas un buen día. —Sí, tú también—. ¡Oh, hola, Baxter! ¿Qué ocurrió en la reunión con Kayden Havort...?

No alcanzo a escuchar porque la puerta se cierra y yo doblo la esquina, no sin antes ver que ahora ella se ha encerrado con Baxter donde anteriormente estábamos. Ignoro la oleada de celos que me atraviesa y bajo al primer piso donde es mi lugar. Trevor y Susie están en sus sitios, así que me siento en el mío y trato de no pensar en lo que acaba de suceder. Me sumerjo en mi trabajo para mantener mi mente ocupada y no estar pendiente de Baxter.

Creo que no tengo mucho éxito en eso porque exactamente cuarenta y tres minutos después baja Baxter y se dirige a su despacho sin una sola mirada en mi dirección. Trato de no comerme la cabeza en ello, pero es imposible cuando he notado su cabello revuelto y su camisa semi-arrugada.

Esta vez cuando cojo el manuscrito en mi mesa, lo aprieto tan fuerte que algunas hojas se doblan.

En mi mente repito mi mantra.

Deja de pensar en él. Deja de pensar en él...

 Funciona. Por un rato.

Cuando regreso a casa ese día, abro los ojos desmedidamente al ver un gran ramo de rosas rojas sobre la mesa del recibidor. Hay una tarjeta allí en el que sea lee «Megan» con una bonita letra. Con aquella tarjeta en mano corro a la habitación de mi hermana y la encuentro cubierta de pies a cabeza a pesar de que no hay aire acondicionado y el calor está insoportable. Parece un tamal envuelto y me da mucha pena despertarla, pero lo hago, echándome a su lado de imprevisto haciéndola saltar.

—¡Maldición, Madison! —gruñe de mal humor y con voz ronca—. Pesas demasiado para mi maltratado cuerpo.

 Me río cubriéndola de besos cuando me aparta suavemente y me mira mal. Me siento a su lado sosteniendo la tarjeta en alto para que la observe.

Entre las sábanas | EN FÍSICOWhere stories live. Discover now