35: La verdad duele

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El dolor en mi pecho aún no se va. Baxter se queda conmigo toda la noche mientras yacemos sobre la cama aferrados a la mano del otro. No dormimos, solo hablamos en murmullos lo que ocurrió en el hospital, desde el momento que ingresé hasta que me dieron de alta. Me explica las cosas que me hizo la doctora para retirar todo el tejido fetal y las pastillas que debo tomar para regular mis hormonas y otras cosas más.

Soy obediente, tomo mi medicina a la hora correspondiente y luego continúo con mi rutina diaria, que es básicamente yacer en la cama de Baxter sin moverme; solo lo hago para ir al baño. Ni siquiera bajo a comer, todo lo hago en la cama.

Luego de siete días nadie ha podido moverme de allí, ni siquiera mi hermana, quien me visita a diario para comprobar cómo estoy. Le hablo apenas, mis ánimos están por el piso y ella lo entiende porque no me presiona.

Falto toda aquella semana al trabajo.

Cuando Baxter me comenta que Heidi no puede ser despedida hasta hablar con Sarah no muevo ni un solo músculo. Nada puede sacarme de este momento de oscuridad.

Mis padres son insistentes al llamarme por teléfono cuando notan que no les he contestado en varios días. Tampoco me preocupo por devolverles la llamada, si lo hago ellos sabrán que algo me pasa y no quiero tenerlos en la puerta de mi casa preguntando qué me sucede cuando ni yo misma puedo responder esa pregunta.

Baxter me deja por las mañanas cuando debe ir a trabajar. Como jefe debe aparecer por allí todos los días, pero no se queda mucho tiempo, regresa temprano a casa con la ilusión que yo haya cambiado de actitud, pero no, continúo estando marchita.

Cada momento me aferro a mi vientre plano con la esperanza floreciendo de que si hablo el bebé me oirá, pero luego bajo los brazos cuando recuerdo que no hay nada allí.

Mi hermana y Baxter intentan animarme con palabras inútiles que la doctora les mencionó pero eso no puede levantar mi ánimo. Ellos dicen que los abortos involuntarios son muy normales en las mujeres, ya que muchas veces el embrión no se ha formado donde debería, pero no puedo tener consuelo ni animarme con algo así.

Un martes por la mañana de mi segunda semana sin ir a la oficina, es Tracy quien viene a verme mientras Baxter está en el trabajo. Ella me trae un apetitoso desayuno y come conmigo en la cama, la mayor parte del tiempo ella se la pasa parloteando mientras yo empujo la comida desabrida en mi boca mientras miro las sábanas desordenadas de la cama con fijación.

—¿Eh, me estás oyendo, Madie? —Levanto la mirada, sus ojos marrones me observan con tristeza. Intenta sonreír, pero no le sale—. ¿No vas a terminar de comer?

Miro mi plato aún lleno, rechazando a seguir comiendo. Todo se siente insípido y desabrido.

—No tengo hambre.

—Tienes que comer, Madison. —Aprieto mis labios. Ella me toma de las manos en agarre que no puedo soltar. La miro, sorprendida—. Yo sé que sufres, pero tienes que alimentarte, estás muy pálida y cada vez bajas más de peso. La doctora dijo que debes comer...

La interrumpo.

—La doctora también dijo que mi bebé estaba sano —reniego con mis palabras mientras las pronuncio, sin poder evitarlo. Mi pecho se llena de un dolor insoportable, pero continúo—: Ella dijo que su corazón latía y que pronto podríamos oírlo...

No puedo terminar, seme rompe la voz. Me hago un ovillo en la cama para dejar que las lágrimas salgan. No quiero que me escuche ni me vea llorar como una auténtica magdalena, aunque deben estar acostumbrados; porque es todo lo que he hecho en estos días.

Entre las sábanas | EN FÍSICOWhere stories live. Discover now