33: Compras necesarias

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Mi hermana se muestra tan furiosa e indignada con lo que le cuento sobre Heidi que amenaza con volver a la editorial solo para golpear su rostro. Sé que tiene buenas intenciones, pero lo único que quiero ahora es descansar. Ella me lleva de vuelta al apartamento despotricando en el camino contra Heidi y Sarah, la ex esposa de Baxter, mientras yo hago oídos sordos.

No quiero oír hablar de ellas. De solo pensarlas mi mente se llena de ira pura.

Ni bien llego a casa me echo en mi cama y trato de tomar una siesta. El maquillaje que he utilizado para asistir hoy al trabajo ya no lo tengo en el rostro, así que las ojeras son muy visibles en mí.

Me pongo mi piyama a pesar de que es mediodía y decido tomar una siesta.

Megan me arropa y me trae un chocolate que se compró para ella, pero me lo tiende. Ni bien lo huelo hago una mueca de asco.

—Aleja esa cosa de mí —chillo aferrándome a las sábanas. Me tapo la nariz y la boca.

Megan me mira horrorizada.

—¡Pero amas el chocolate!

—Ahora no lo soporto —murmuro alejando su mano de mi cara. El olor que emana es algo en lo que nunca me había fijado, y ahora estoy asustada de eso. Pongo mis manos en mi vientre—. Todo esto es tu culpa, pequeño alíen, no puedo comer chocolate. ¿Qué me has hecho?

El rostro de Megan se convierte en uno de burla.

—¡Vaya, estás hablándole a tu bebé! —murmura con ternura y risa a la vez. Luego se calla y frunce el ceño—. Oye, no le estés diciendo pequeño alíen, se va a ofender.

—¡No puedo entenderme!

—Y aun así le hablas.

—Dicen que es bueno hablarle a tu bebé. Ellos escuchan.

—Tal vez cuando estén más grande, pero en ese caso, sería traumático para él oír los gemidos de su mamá cuando su padre la penetra. ¿Oirá el sonido de sus chasquidos cuando follan?

Esta vez no me corto ni un pelo cuando golpeo a Megan con mi almohada en todo su rostro.

—¡Serás puerca! ¿Puedes tener un poco más de respeto?

—¡Auch! —grita sobándose la nariz—. Eres una bruta.

—Y tú una cochina pervertida.

—Como si no lo supieras.

Ambas somos interrumpidas cuando el sonido de mi celular empieza a sonar. Me callo abruptamente y cojo el celular de mi mesa de noche. Megan me mira atentamente. Cuando veo la pantalla, hago una mueca de fastidio.

—¿Qué? —pregunta con curiosidad. Se inclina sobre mí pero yo ya le estoy mostrando la pantalla. Una llamada de mamá aparece allí. Mi hermana frunce el ceño—. ¿Mamá?

—No sé qué querrá ahora.

Me mira por un largo momento en el que ambas estamos en silencio, oyendo el retumbar de la vibración contra el colchón.

—¿Le dirás sobre tu embarazo? —pregunta con timidez—. Ella tiene que saberlo, Madie.

Suspiro.

—Lo haré. Y francamente prefiero decírselo por teléfono, no quiero tener que oír y ver sus gritos en vivo y en directo. Por lo menos puedo ponerla en silencio en la llamada.

Entre las sábanas | EN FÍSICOWhere stories live. Discover now