27: Confesiones

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El apartamento de Baxter está tan en calma que me estiro sobre las sábanas poniéndome cómoda, y a la vez, un poco inquieta. La calefacción no hace más que aumentar mi transpiración y lo caliente que me siento, y nada tiene que ver con ella. Las paredes de vidrio del techo al suelo están empañadas por la intensa lluvia que está desatándose en este momento. Mis pies recubiertos por calcetines gruesos para el frío se encogen y se estiran mientras espero. Espero. Y espero.

Minutos después escucho que alguien sube las escaleras, en todo momento, no he dejado de observar con mucho interés el sillón tántrico ubicado a un extremo de la gran habitación de Baxter. Lo veo emerger de las escaleras con dos tazas de chocolate caliente. Me tiende una, y a pesar de que no soy inválida, él me ayuda a erguirme poniendo almohadas en mi espalda. Algo que agradezco. Puedo ser una persona independiente, pero los mimos de la persona que quiero siempre serán bienvenidos.

El cabello ligeramente despeinado de Bax me hace reír. No sé si se ha dado cuenta, pero ha estado así desde que salió de mi apartamento. Él están tan sonriente, tan sumido en sus pensamientos que cuando voltea y me ve sonriendo divertida, frunce el ceño, pero sin dejar de sonreír.

—¿Qué?

Aprieto mis manos en torno a la taza caliente, soplando ligeramente. Su tono de voz es divertido. Lástima que con lo que diré a continuación acabará todo su buen humor.

—Tal vez no debería sacar a colación esto, pero quiero saber qué es lo que pasará ahora que Sarah es dueña de la editorial también.

Automáticamente su sonrisa se borra.

—No debes preocuparte por eso. Cualquier cosa que ella quiere hacer, estamos mis hermanos y yo para impedirlo.

—Imagino que no estarán muy felices con tu divorcio con ella. —Tomo un sorbo de mi chocolate, pero está tan caliente que alejo la taza, haciendo una mueca de dolor.

—Claro que sí lo están —afirma con total seguridad. Se sienta a mi lado dejando su taza sobre la mesita de noche al lado de la cama y me mira, pasando un mechón de mi cabello tras mi oreja—. Están felices porque por fin me he divorciado de ella. Y... porque serás la madre de nuestro hijo. O hija.

Está tan contento con la noticia de mi embarazo que cada vez los miedos se van disolviendo de mi sistema.

—Ah, sí, por eso también —murmuro irónica, pero sonriendo.

Sus dedos empiezan a juguetear con mis calcetines rosados, su mirada perdida en ellos.

—¿Crees que será niña o niño? —pregunta de pronto, dejándome confundida. Luego de pensarlo, respondo.

—No me importa. —Me encojo de hombros—. Con cualquiera seré feliz.

Guau.

¿El instinto maternal ya haciéndose presente?

Jamás en mi vida había pensando en un bebé, y ahora que voy a tener uno, hablo como si ya lo tuviera. Como si ya...

Baxter parece muy complacido con mi respuesta.

—A mí me gustaría que fuera una niña —murmura alcanzando mis piernas y acariciándolas, a pesar de estar usando un pantalón grueso, puedo sentir sus caricias como si estuviera desnuda. Es el poder que Baxter causa en mí. Los vellos de mi piel se erizan cuando las yemas de sus dedos trazan círculos en los arcos de mis pies—. Que tenga tu pequeña nariz, tus ojazos marrones y esa boquita. ¿Qué te parece? Sería una mini tú y aunque eso me volvería loco, las amaría con locura. Aunque ya lo hago.

Entre las sábanas | EN FÍSICOWhere stories live. Discover now