34: No es fácil

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Despertar es la parte fácil.

Cuando lo hago, una luz blanquecina golpea mi visión por lo que vuelvo a cerrar los ojos. No hay sonidos en la habitación, estoy sola. O eso creo. El dolor tan intenso que tuve en el vientre bajo ya no está, solo siento una profunda cantidad de vacío en mi interior. Sé lo que sucede, lo hago incluso cuando me fuerzo a abrir los ojos.

Parpadeo rápidamente tratando de acostumbrarme, estoy en la cama de un hospital y Baxter, mi Baxter, está sentado aovillado en el sofá de dos cuerpos al lado de la ventana. Es de día, recuerdo haberme despertado con muchísimo dolor y desmayado de noche, así que intuyo que he pasado varias horas inconsciente.

Me reclino contra el respaldar de la cama, no hay vías intravenosas en mis venas ni nada que me conecte a una máquina. El colchón cruje apenas, pero es suficiente sonido como para que Baxter se despierte. Abre los ojos y cuando me mira, se levanta con rapidez.

Me permito observarlo a detalle. Tiene el cabello totalmente desordenado, al igual que su camisa blanca. Toda su ropa está arrugada, como si hubiera dormido con ella, y hasta puedo ver sus ojos cansados

—Madie —dice mi nombre con alivio. Me alegro de verlo, pero cuando intento sonreír y extender los brazos para abrazarlo con fuerza, mi interior me refrena recordándome lo que ha pasado.

—¿Y nuestro bebé? —susurro con voz ronca, la garganta me quema, pero fuerzo mis palabras a través de mis labios.

Sus ojos mieles se llenan rápidamente de lágrimas.

Niega.

Me abrazo a mí misma.

No.

—Fue un aborto involuntario —murmura también con voz ronca, sus palabras parecen ser excusadas de su boca con dolor—, la doctora dijo que es muy normal en las mujeres embarazadas primerizas. Me explicó que sucede antes de las veinte semanas de gestación, dijo que no debemos de preocuparnos, seguramente el embrión no se desarrolló normalmen...

—Cállate —susurro para que deje de hablar.

Intento ser yo quien hable, pero las palabras no salen de mi garganta. En vez de ello comienzo a llorar. Giro mi cuerpo entero y vuelvo a echarme sobre la cama mientras sostengo mi abdomen vacío.

Escucho que Baxter se mueve detrás de mí, continúa hablando, pero ya no lo escucho. Cierro mis ojos para bloquear la luz y todo lo que me rodea, pero Baxter se sienta en el colchón e interrumpe mi tranquilidad.

—Oye, bonita, no llores, estoy aquí.

¿Cómo no iba a llorar?

Dios.

Recuerdo haber salido en la mañana a comprar ropa para nuestro bebé y ahora... ahora esto. No. Me niego a aceptarlo, pero aun así, muy en el fondo de mí, en mis entrañas, sé que es verdad.

Los feos sollozos que le siguen a aquella declaración en mi mente sacuden mi cuerpo, Baxter me rodea con sus brazos, pero todo lo que puedo hacer es tocar mi vientre desnudo, donde ya no no está mi bebé, y llorar por su pérdida.

Lo he perdido.

Un sentimiento de culpa me asalta, luego le sigue una profunda tristeza, y desde ahí no dejo de llorar. Mi garganta está carne viva por gritar y llorar, pero continúo haciéndolo aún cuando me ahogo e hipo entre los fuertes sollozos.

Entre las sábanas | EN FÍSICOМесто, где живут истории. Откройте их для себя