Capítulo 5:

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ARLETTE:

Para el miércoles mi rutina vuelve a la normalidad. Como papá tuvo que extender su viaje y mi familia regresó la madrugada del martes, no es hasta hoy que encuentro a Flavio ocupando su sitio en el comedor cuando termino de alistarme. Revuelvo su cabello rizado antes de sentarme a su lado. Está usando su uniforme para el colegio, aunque en su primaria no usan uniforme, lo que lo hace ver elegante y sofisticado mientras come su cereal. Heredó tanto los ojos azules como el cabello rubio oscuro de papá. Sus mejillas son regordetas y cada vez que lo veo siento ganas de pellizcarlas, pero me he contenido de hacerlo desde que cumplió ocho y me reprochó que nunca sería tomado en serio por sus hombres si seguía haciéndolo. Eso me conmovió.

Flavio tiene once y es más maduro que Vicenzo.

─Buenos días, Flavi, ¿cómo te preparas para hoy?

Flavio frunce el ceño.

─No me llames Flavi, Arlette. Luego Luc se burlará de mí.

Le sonrío. No quiero que sepa que estoy molesta y lo proteja.

─¿Luc hace eso?

Afirma antes de llevarse otra cucharada a la boca.

─Luc dice que debería vestirme de rosa y usar un sombrero de flor ya que dejo que me llames Flavi. ─Cuando termina de masticar apuñala su cereal─. Lo odio.

Comienzo a cortar mis waffles.

─¿Te sentirías mejor si te digo que castigaré a Luc por eso?

Sus ojos brillan con curiosidad mientras detiene los movimientos de sus manos para verme.

─¿Cómo lo harías?

─Quizás pueda hacer que me acompañe a ir de compras. ─Eso es una tortura para cualquier hombre, más aún para un cerdo sexista de La Organización. Lo que no le digo a Flavio es que probablemente también haré que se pruebe lencería femenina y que se prostituya con ella en uno de los bares de Constantino. Nadie se mete en nuestra relación─. ¿Te parece?

Flavio asiente con lentitud.

─¿También le dirás que deje de decirme niña? En realidad me gusta que me digas Flavi. ─Me mira directamente─. Puedes seguir haciéndolo si haces que se detenga. Ya Fósil le dijo que lo matarías si lo escuchas, pero no hizo caso.

─Me encargaré de ello ─le prometo.

Separa los labios para preguntar por los detalles, sabe que no me conformaré con llevarlo de compras, pero Beatrice lo interrumpe apareciendo en escena. Lleva un camisón rosa chillón que llega hasta el piso y acentúa su embarazo. También es rubia, pero rubia ceniza como Vicenzo. Me extiendo y tomo una manzana de la bandeja de frutas mientras la escucho hablar.

─Arlette, buenos días. ¿Dormiste bien?

Todos los días de mi vida me hace la misma maldita pregunta y siempre recibe la misma maldita respuesta.

─Sí. ─No—. Tuve un sueño bonito. —Anoche soñé que mi madre volvía y hacía lo que papá siempre le impidió: saltar a la cuerda con mis intestinos, pero todo fue oscuridad una vez me desperté y me tomé mis pastillas para dormir─. ¿Tú?

─Dormí muy bien, gracias por preguntar.

Mi mirada desciende a su estómago.

─¿El bebé?

Cubre su vientre en algo que asocio como un impulso maternal, lo cual no entiendo. No tiene por qué temer de mí. Lo amaré aunque papá sea polvo cuando mi hermano vaya a la secundaria y Flavio y yo tengamos que enseñarle a andar en bicicleta porque su columna no lo dejará. Si ya se queja de molestias en la zona lumbar, dudo que en cinco o diez años pueda inclinarse y trotar empujándolo hasta que aprenda.

Arlette © (Mafia Cavalli I)  EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now