Capítulo 12:

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ARLETTE:

No soy la única estudiante de San Antonio que asiste a la enfermería. A veces me topo con otros siendo evaluados por Miriam o esperando su turno para ser atendidos por la concejera, pero cuando veo a Bartolomé inspeccionando el armario de medicinas en ausencia de supervisión siento que he encontrado algo precioso. Su cabello verde está aplastado, mojado, sobre su cabeza, su sonrisa lobuna mientras se da la vuelta. A pesar de que no es tan grande como Vicenzo, el uniforme que el equipo de fútbol usa para entrenar le queda igual de ajustado.

─Volviste al equipo ─susurro. 

─Sí ─responde acariciándose la nuca─. Sé que te la pasas aquí, nena, ¿te molestaría ayudarme a encontrar el Valium? Tenemos una fiesta el viernes. La enfermera debe estar por llegar. Fue a conseguirme algo de comer porque le dije que estoy desnutrido.

Le señalo el último cajón del estante junto a él.

Hay ojeras bajo sus ojos marrones, así que entiendo por qué Miriam le creyó. Se acerca más de la cuenta cuando lo encuentra, lo que hace que huela su aroma a algodón de azúcar, celebrando agitando los dos frascos en su mano antes de guardarlos en uno de los bolsillos de su chaqueta turquesa. Su apellido está estampado en su espalda por encima de un número. 

Él es el once. Vicenzo solía ser el nueve. Francesco el dos.

─Eres una genio. ─Me da un golpecito en la mejilla cuando pasa junto a mí, a lo que tenso la mandíbula. Sorpresivamente, nunca hablamos en público ya que tenemos prohibido acercarnos, se detiene antes de marcharse─. Mándale saludos a Flavio. Dile que extraño jugar GTA con él. Nadie es tan jodidamente sangriento. Tal vez papá deje de estar molesto conmigo ahora que he vuelto al equipo y pueda verlo de nuevo. 

─Lo haré. ─Siguiendo la insistente voz en mi cabeza, tomo su muñeca y la rodeo con mis dedos. Me inclino sobre su oído─. Puedo conseguir algo más fuerte si nos invitas a Verónica y a mí. Papá me dejará salir de casa si sabe que estaré contigo.

La sonrisa siempre presente en el rostro de Bartolomé se ensancha. 

─No te prometo nada, sabes cómo es Carlo, pero le pediré a mi padre que lo llame.

Asiento a modo de despedida antes de dejarlo ir, momento en el que vemos a Miriam acercándose con una hamburguesa, la cual toma al pasar a su lado tras depositar un beso en su mejilla. Ella lo mira con las cejas juntas, pero se concentra completamente en mí cuando me nota. Se acerca al cajón desde dónde Bartolomé extrajo el Valium. Mis pastillas tienen mi nombre, así que no me preocupa que haya tomado las mías. Abro la boca y permito que ella misma las meta, sintiéndome débil a los segundos. 

****


Francesco consiguió un intercomunicador para nosotros, así que sabe el momento exacto en el que Marcelo se detiene frente a la heladería porque, desde mi posición en la ventana del segundo piso del club, el cual funciona de almacén, se lo digo. Usé como excusa el hecho de saber que era adicto a los brownies Cavalli cuando preguntó por qué sabía que él estaría ahí. Fósil, a mi lado, tose mientras me pasa una taza llena de chocolate caliente. No sabe acerca del concierto, pero sí sobre nuestros múltiples encuentros en la heladería, por lo que no hace preguntas. 

Esto me recuerda a los viejos tiempos ─dice en ruso cuando presiono mis palmas contra el cristal blindado, la punta de mi nariz rozándolo cuando observo a Francesco acercándose al Mercedes, Moses, Luc y otro dos hombre a sus espaldas─. Mierda. Los italianos son tan complicados. ─Fósil pone la mano sobre su arma cuando ve a mi primo retroceder, su expresión feroz mientras gesticula un reclamo─. ¿Me harías caso si te pido, no, te exijo en nombre de tu abuelo, que te quedes aquí?

Arlette © (Mafia Cavalli I)  EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora