Capítulo 18:

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ARLETTE:

Los Cavalli somos humanos.

Cometemos errores, pero no el mismo error dos veces.

****

Marcelo aparece poco después de que Vicenzo y Francesco se marchan. Tomé prestado el teléfono de papá con la excusa de cambiar su fondo de pantalla, una foto de nosotros dos en la entrada del castillo en Sicilia que perteneció a los antepasados Cavalli, por uno más actual, una selfie en la que le lanzo un beso, para convocarlo. Soy la primera persona que lo nota cuando entra en el comedor portando su característica sonrisa de dientes blancos. A pesar de la cicatriz recorriendo la línea de su mandíbula, esta es el evento principal en su rostro. Beatrice lo ignora. Flavio lo saluda con un asentimiento que le es devuelto antes de continuar devorando su cereal con malvaviscos. Dejo mis waffles de lado para escoltarlo, personalmente, a la oficina de papá tras sacudirme las manos sobre el mantel para deshacerme de las migajas. Cuando llegamos y se da cuenta de que estoy acompañada, Carlo lo observa sin poder contener su desagrado.

Marcelo, ¿qué haces aquí? ─pregunta en italiano.

Antes de que el capo responda, cierro la puerta tras nosotros a pesar del gruñido protestante de Moses y me aclaro la garganta, la cual siento seca como una lija, para captar la atención de ambos.

Mi culpa. ─Me aprieto las manos cuando papá me dirige una expresión llena de intriga y furia. Está a punto de irse a trabajar, así que ya trae puesto un traje. Creo que es el único hombre que conozco que luce varonil en un tono azul cielo─. Le mandé un mensaje diciéndole que tenían asuntos de atender. Es la verdad. ─Ocupo asiento al lado de Marcelo─. Marcelo ha estado trabajando con Iván para distribuir su droga. No sé si lo sabías o no, aunque ninguna de las respuestas me sorprendería. Entiendo que aceptes trabajar con los rusos. El problema es que extorsionó a Vicenzo y a Francesco para que trasladaran tres toneladas de cocaína desde los muelles al viejo territorio Vólkov.

Papá mira a Marcelo con las cejas juntas. Cuando no obtiene ningún tipo de respuesta de él, regresa su atención a mí.

Independientemente de cualquier asunto con Iván, son adultos. Toman sus propias decisiones ya. Pudieron perfectamente haber acudido a Constantino y a mí, pero optaron por no hacerlo y seguirle la corriente. A menos que hayan sido atrapados y hayas contestado el telefóno cuando llamaron desde la prisión, razón por la que eres su vocera en un asunto que no te concierne, no entiendo cuál es el problema. No nos concierne involucrarnos en cómo Marcelo consigue el dinero, Arlette. Lo sabes. A menos que esté yendo contra nosotros, no es nuestro asunto.

Tomo aire antes de proseguir.

Nos concierne, papi, porque reabrieron los túneles de Iván.

La mandíbula de papá se tensa al comprender. Mira de nuevo a Marcelo, quién luce igual de mortificado, lo que significa que no tenía ni idea de por dónde tenían pensado transportar la droga.

¿Lo sabías?

Marcelo niega.

No, Carlo, no te habría hecho eso.

Papá aplasta su puño contra la superficie de madera antes de mirarme de nuevo con la mandíbula apretada, sed de sangre en sus ojos. La intensidad de esta me hace tragar. Replantearme si acudir a él fue la mejor opción. Lo que le espera a mi primo y a mi prometido no es bonito, pero es mil veces mejor a permitir que Marcelo continúe ejerciendo algún tipo de influencias sobre ellos.

Sobre mí.

¿Cuándo te enteraste de esto?

Hace unos minutos.

Arlette © (Mafia Cavalli I)  EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now