Capítulo 23:

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ARLETTE:

Papá no se encuentra en su estudio para el momento en el que llego a casa. Si antes la seguridad a mi alrededor era excesiva, en este momento está multiplicada por cuatro. Incluso hay un hombre sin rostro al que le tengo que dedicar una mirada de advertencia para que deje de seguirme a todas partes. Una vez acepto que no está aquí, tampoco en la mazmorra, el primer lugar en el que busqué, me apoyo en una de las paredes del pasillo del segundo piso mientras me concentro en tomar aire y respirar sin sentir que mi cerebro se mueve dentro de mi cráneo. Una vez logro moverme sin sentir náuseas, continúo caminando apoyando una de mis manos en el concreto, enviando al suelo todo lo que encuentro a mi paso. Fotos familiares. Retratos. Piso una imagen de Beatrice y papá en su boda sin intención.

Nada que no puedan recuperar.

─¿Arlette?

Me doy la vuelta para toparme con los sigilosos ojos preocupados de Flavio. Sostiene un libro de tapa gruesa con una de sus manos. Con la otra, la derecha, lleva una navaja preparada para usar, probablemente alterado con todo el ruido que hice.

Sonrío.

─Flavi.

Mi hermano suelta todo lo que lleva antes de correr hacia mí y envolverme con sus brazos, su rostro escondido en mi estómago. Enredo mis dedos en su cabello rubio oscuro mientras me permito usarlo de apoyo por unos segundos.

─Tenía miedo ─gruñe tan bajo que apenas soy capaz de oírlo, su cuerpo temblando mientras me aprieta con ira─. Se supone que no debo tener miedo, pero tenía miedo de que papá y mamá me estuviesen mintiendo y no te volviera a ver. ─Se despega de mí para mirarme directamente─. ¿Fue un accidente o fueron los rusos? Dime y los mataré cuando crezca.

No puedo evitarlo, dejo escapar una risita que termina conmigo vomitando sobre el piso de mármol mientras Flavio sostiene mi cabello, una mueca en su rostro. A pesar del asco que le produce, no se aparta de mí hasta que me enderezo de nuevo, momento en el que por primera vez desde que el efecto de las pastillas que me dio Fósil pasó, me siento mejor.

─¿Quieres que llame al médico de La Organización? ─pregunta.

─No. ─Le sonrío de nuevo a mi hermanito mientras me limpio las comisuras de los labios con la manga de mi chaqueta y nos hacemos a un lado para que una de las mujeres de servicio se encargue del desastre. No me importa ensuciarlo. Fue una mierda fea que Fósil consiguió en la tienda del hospital─. Deberías dormir. Si piensas hacer algo en contra de nuestros enemigos necesitas crecer bastante. ─Lo empujo de vuelta a su habitación a pesar de sus protestas─. Mientras tanto yo me encargo.

Flavio sinceramente debió haberse sentido afectado por el accidente, puesto que no dice nada cuando sobre paso los límites de su ridícula masculinidad cubriéndolo con una suave manta en el centro de su enorme cama. Sí. Tampoco tiene una cama normal. Me inclino para besar su frente antes de dirigirme a su ventana, que también da con el mar, y salir tras cerrar sus cortinas.

─¿Arlette?

Me doy la vuelta bajo el umbral de su puerta, las náuseas de regreso.

─¿Sí?

─Confío en que lo harás, pero no se lo digas a papá. ─Arruga la frente y se envuelve aún más entre los hilos de algodón, sus ojos cerrados─. Y no dejes que nadie te toque o los mataré también.

─No lo harán ─le prometo cerrando su puerta tan suavemente como mis dedos temblorosos lo permiten.

Tengo ganas de vomitar de nuevo, así que rodeo a la mujer que aún trabaja limpiando el piso y hago un esfuerzo sobre humano para subir las escaleras. No solo intento llegar a mi habitación. También estoy huyendo de los gritos de Beatrice. Acaba de llegar. Puedo escuchar su estruendosa voz preguntando por mí. A medio camino, cuando creo que no podré aguantar más y que no me quedará de otra que ceder a ella y regresar al hospital, un brazo pasa por debajo de mis rodillas y me alza. Mi mejilla termina presionada contra un duro torso que conozco bien. Nunca usa colonia, pero siempre huele a roble y comida chatarra.

Arlette © (Mafia Cavalli I)  EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now