Capítulo 11:

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ARLETTE:

Por la mañana decido tener mi desayuno en cama. Estoy hambrienta, así que hay una amplia selección gourmet rodeándome a los minutos de despertar y avisarle a una de las mujeres de servicio. Afortunadamente papá no sube a darme los buenos días. Cuando termino coloco un panecillo embarrado con chocolate bajo las fosas nasales de Francesco, pero no obtengo ninguna respuesta de su parte, así que lo cambio por el espejo de mi compacto para asegurarme de que respira. Mis hombros se relajan cuando el cristal se humedece con su espiración. Lo cubro con mis sábanas. Desabrocho el resto de los botones de su camisa antes de levantarme.

Cuando estoy entrando con la bandeja en la cocina, la dulce voz de Beatrice casi hace que el metal resbale de mis manos. La alcanzo a tiempo para evitar su estruendo al chocar contra el suelo antes de dejarla en la superficie más cercana e ir al comedor.

─Arlette, linda, esta chica es idéntica a ti ─acota enseñándole el periódico, abierto en la página de entretenimiento, a papá, quién deja de beber su café para inclinarse y obtener un vistazo─. De no ser por esa horrible nariz diría que son la misma persona.

La malicia en su tono no pasa desapercibida, pero lo merezco después de romper su frágil corazón ayer. Si pensar que me altera de alguna manera la hace sentir mejor e impide que mi hermano nazca prematuramente, como Flavio, lo celebro.

─No ─gruñe él tomando el periódico de sus manos mientras me mira─. Mi niña tiene menos mejillas. Sus cejas están arqueadas simétricamente. Pero, más importante, jamás se vestiría como una puta. ─Por fortuna la cámara captó a Verónica y a Marianne, pero no a mí o a Vicenzo─. Es imposible que salga de casa sin que yo me entere, así que es absurdo que si quiera lo menciones, Beatrice, incluso de mal gusto, ¿no es así, princesa? ─Afirmo cuando me mira─. Ni siquiera se parecen.

─Solo comentaba ─suelta ella en respuesta, sus ojos verdes cristalinos fijos en mí.

─Estuve toda la noche con Francesco ─suelto.

Beatrice separa sus labios para proseguir, pero papá la interrumpe.

─¿Dónde está él? Mi vuelo a Sicilia sale en una hora y necesito que hablemos.

Trago.

─Durmiendo en mi habitación

─¿Puedes despertarlo, por favor? ─le pregunta a una de las chicas de servicio, pero esta no logra llegar a las escaleras porque bloqueo su camino.

─Tiene resaca, papá. Es imposible despertarlo.

Sus puños se aprietan.

─¿Por qué haría eso? ─Sus cejas se juntan mientras su mandíbula se aprieta, un montón de ideas retorcidas sobre cómo hacerlo pagar por faltarle el respeto pasando por su mente─. Francesco sabía requeriría su presencia esta mañana, Arlette. No es usual en él, pero tampoco lo toleraré.

Ahora me interpongo entre él y la escalera.

─Fue mi culpa, papá ─susurro presionando mis manos contra su pecho, mis piernas sintiéndose repentinamente inestables─. Le pedí que bebiera.

Me mira como si eso no tuviera sentido.

─¿Por qué harías eso?

─Quería divertirme. ─Me encojo de hombros─. Ya que nunca salgo de casa...

Beatrice bufa cuando la conversación da un giro de ciento ochenta grados y me abraza, su colonia invadiendo mis fosas nasales, una extensión del aroma a cigarro y billetes de Francesco en él o al revés.

─Es por tu bien.

─Sí, Arlette ─gruñe Flavio golpeado la mesa con su cuchillo para mantequilla untado en mermelada de fresa con la que planea llenar sus panqueques, su expresión soñolienta alterada por su ceja rubia alzada─. Iván podría intentar secuestrarte de nuevo. Tienes que respetar el código para evitar que te alejen de nosotros.

Arlette © (Mafia Cavalli I)  EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now