Capítulo 25:

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ARLETTE:

─Deja tu ventana abierta esta noche, Arlette ─dijo justo antes de sumergirse en el agua y nadar hacia una desgastada escalera de madera que conecta la marea con la superficie del muelle, dejándome en medio del mar sin mirar atrás.

No es que lo necesite.

No es hasta que lo veo dirigirse a un hombre tendiéndole la muda de ropa que traía puesta que me doy cuenta de que, en contra de lo que pensé, puesto que lo vi seguirnos en su motocicleta, no vino solo. Al notarme mirándolo una sonrisa extremadamente arrogante y déspota se apodera de sus labios, así que utilizo mis extremidades para hacer algo más que mantenerme a flote y nado en dirección contraria. Cuando llego a la plataforma del barco en contacto con el agua, Fósil se adelanta a los hombres de papá y toma mi mano, ayudándome a salir de ella.

─Señorita Arlette, ¿está bien?

─Perfectamente ─respondo.

Aunque ahora mismo solo quiero sumergirme en una piscina de morfina, encuentro satisfacción en el hecho de que Vicenzo a fin de cuentas tenía razón.

Lo más inteligente que puede hacer es no confiar en mi palabra.

No después de hoy.

****

Sveta solía tener el cabello de mi mismo tono, pero comenzó a teñirlo de un rubio blanquecino cuando nací. Papá lo odiaba, pero nunca le impuso ningún tipo de regla al respecto. Beatrice, en cambio, tiene su armario lleno de pelucas blancas. Son tantas que ni siquiera nota cuando tomo alguna de ellas. También sé que no notará la ausencia de viejas adquisiciones de lencería que nunca ha usado ya que aumentó de peso con el embarazo. Cada una de las piezas que selecciono todavía conserva su etiqueta, lo cual hace menos asqueroso el hecho de estarle robando lencería a mi madrastra, lencería que fue comprada para complacer a papá.

Deja tu ventana abierta esta noche.

Deja tu ventana abierta esta noche.

Deja tu ventana abierta esta noche.

Golpeo mi cabeza contra la madera de las puertas de su inmenso armario, las palabras sonando tan reales dentro de mi cabeza que no me queda más remedio que apagarlas introduciéndome tres pastillas a la boca.

****

Deja tu ventana abierta.

Eso respondió Vicenzo cuando le pregunté cómo se suponía que íbamos a escaparnos el tiempo suficiente para que pudiera entregarle mi virginidad. Aunque mi padre haya prometido darme más libertad y este haya acabado con el supuesto autor intelectual de mi incidente, sé que no estará de acuerdo con dejarme pasar una noche bajo cualquier techo que no sea el de la mansión Cavalli, mucho menos bajo el de la casa de Vicenzo. Así mi prometido tuviera la reputación de un ángel, no la de un demonio, dudo que mi padre alguna vez ignore el hecho de que tenga pene y esté feliz con su cercanía. Lo único que sé que lo detiene de asesinarlo es que sea el hijo de su mejor amigo. Constantino es el único verdadero que tiene, en realidad, así que no se arriesgaría a perderlo por un simple idiota.

─¿Desea algo más, señorita Arlette? ─pregunta Luc sosteniendo una bandeja de porcelana repleta de fresas, un tazón con chocolate oscuro para untar en medio de ellas, mi extraña selección de postre.

Niego.

─No, gracias.

Cierro mi puerta, pasando el pestillo, tras tomar el pedido de Vicenzo de sus manos. Ignoro la mirada interrogante de Luc en el proceso. No conforme con imponerme formar parte de una situación incómoda, para la que no solo no me siento preparada, sino que no sé si pueda sobrellevar, exigió tener algo dulce a la mano mientras tanto a través de una instrucción dada por mensaje de texto. No entiendo por qué, si su orden es una especie de insinuación de que está seguro de que no hallará nada dulce en mí, pero mi misión no es entender. Lo único que me interesa es terminar esto tan pronto como sea posible.

Arlette © (Mafia Cavalli I)  EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora