Resaca en un camerino de tercera

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La obscuridad de la casa solo se comparaba con un ático o un bar de mala muerte, la tormenta eléctrica había dejado estragos graves en la precaria instalación sumiendo todo en las sombras propias de la noche.

Con la luz de algunas velas habían conseguido, hasta el momento, delinear las siluetas de los muebles y las personas presentes. La chimenea estaba apagada, raras veces se encendía el fuego en aquél sitio y las bisagras ligeramente oxidadas de las puertas que cerraban el hogar lo demostraban, así como el evidente abandono del juego de atizadores dispuestos a la derecha.

Terry echó los hombros hacia atrás, incómodo como estaba solo podía limitarse a moverse un poco para aminorar la tensión que se estaba aglomerando en sus riñones aún convalecientes tras la última inmersión en alcohol a la que los había arrastrado al darse cuenta del error que había cometido al no ir tras Candy en la estación.

¿Un error?

Respondería que tal vez. Aunque en esos momentos la sensación de hacer algo que no debería se desvanecía mientras esperaba algún comentario del padre de Susana, a quien habían ido a ver según el protocolo para celebrar la boda.

El hombre se encontraba sentado frente a él recargando una mano en la codera del sillón mientras con la otra sostenía un vaso de ron al que daba tragos profundos y que la madre de su prometida rellenaba habilidosamente en cuanto el otro lo ponía sobre la mesa a su lado.

¿Sería nacional?

Odiaba el ron "nacional" que en realidad era de Costa Rica.

—¿Y por qué quieres casarte con Susana? —preguntó abruptamente acentuando las palabras con un tono que empezaba a ser embrutecido por la media botella que llevaba hasta el momento él solo. El cuestionamiento pese a ser lo que el joven esperaba, le tomo por sorpresa obligándole a despegar su vista vidriosa del vaso para enfocarla en el dueño de la casa.

—Es la mujer con la que quiero vivir, su hija es maravillosa y realmente lamento que tuviera que suceder esto para que me diera cuenta de lo importante que es en mi vida.

Las palabras le salieron fluidamente, con más naturalidad que cuando ensayaba la respuesta a esa pregunta que era obligada según sus expectativas y el contexto en que se dieron las cosas.

—¿No sientes lástima por ella?

Volvió a negar firmemente, apretando un poco los puños sobre sus rodillas, acto que no pasó desapercibido por la joven rubia que solo entrelazó su brazo con el de él, recargando la cabeza en su hombro, pero que lejos de reconfortarlo o brindarle apoyo, lo sintió como un peso tremendamente grande que presentía, le quitaría fortaleza a su decisión.

—La lástima es un sentimiento vil, yo quiero a Susana...

Esta vez la reacción tensa fue de la chica que solo sonrió trémulamente de medio lado entrecerrando los ojos.

"Quiero"

Sí, la quería... eso debía ser suficiente.

—Estúpida —volvió a escupir el hombre —. Tanto que te esforzaste para llegar a ser actriz y te retiras para convertirte en la mujer de un borracho.

La dureza del comentario cayó a plomo sobre todos, más sobre la pareja. El actor tensó la mandíbula.

—¿Qué clase de vida le dará un borracho a mi hija? ¿Eh? ¡Esta lisiada! ¡¿No lo ves?! ¡Cuándo te canses de las cosas que no puede hacer irás a buscar mujeres a un burdel!

—¡Papá!

—¡Es la maldita verdad! ¡Ni siquiera le dará hijos! ¿Qué ves en esta pobre diabla? ¿Qué le ves tú que puedes tener a cualquier otra? ¡Yo sé quién eres realmente! ¡No te burles de nosotros los pobres!

El honor de un caballeroWhere stories live. Discover now