El cuento viajero

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El micrófono emitió un leve pitido en señal de interferencia de algún tipo. Retrocedió un poco para acallar el ruido y el silencio en la sala se volvió abrumador, todos los ojos estaban sobre él, todos los oídos a la expectativa de lo que diría y las cámaras de los reporteros enfilándose para la mejor toma, la del punto cúspide del discurso donde la concurrencia estallaría en aplausos.

—Charles Dikens escribió A Christmas Carol hace menos de un siglo. Y lo hizo sin creer en la Navidad. A veces me pregunto si su opinión cambió después de terminar, o en cuanto vio los teatros llenos y la propaganda relacionada no hizo más que confirmar la hipocresía del mundo. La tendencia a ponerse máscaras de solidaridad y caridad durante una única vez al año, el día que las ofensas se olvidan, se envían cartas a parientes que no se han visto en mucho tiempo y todos se sientan en la misma mesa para volver a enfadarse por la mañana...

Ni siquiera se molestó en sacar la hoja mecanografiada de su saco. El discurso que había preparado desde hacía días desviviéndose en dar las gracias por el apoyo prestado, los donativos y más, quizás hasta se había quedado en el abrigo, no lo revisó. No tenía planeado sabotear su propio evento ni llamarlos en cara mentirosos embusteros, no tenía ese derecho, pero en ese momento se le figuró que esas líneas tan minuciosamente preparadas no estaban de acuerdo a la ocasión, que carecían de sentido, y optó por empezar a dar orden a sus pensamientos y sentimientos... ¿En público?

Sonrió ampliamente quebrantando la tensión que había generado con su primera declaración.

Sí. En público. Terry Grandchester al desnudo. ¡Qué gran titular!

—Pero siempre llego a la conclusión de que su juicio, al final, no pudo sino trascender en la obra misma, todo su pensamiento, su sentir, de alguna manera quedó en sus personajes y no solo sobre esta corta novela de Navidad ¿Cuál fue su vocación? ¿Cuál fue su trabajo? Relatarnos su tiempo, las necesidades a las que muchos estaban ciegos... Tras cien años no termina de pasar de moda, y continúa dándonos la lección sobre la necesidad de lidiar con los fantasmas que nos amargan la vida, de cortar las cadenas que nos atan a nimiedades y es por ello que la elegí como la obra a representar este año.

Nadie en el salón emitía siguiera una tos incómoda, miraban al hombre frente a todos los invitados, prescindiendo del micrófono que le habían ofrecido. Ya se había retirado de la actuación asumiendo el cargo de director de la compañía, pero nadie podía negar que su voz envolvía el salón con claridad. Resultaba ser un gran orador y un gran improvisador, Eleanor Baker, quien había leído el discurso original dando una escueta aprobación, sonreía por ello con una felicidad auténtica. Casi podía intuir el objetivo de Terry con tan abrupto cambio. No era ciega, no era tonta, ya había visto a Susana y a Candy, demasiado como para fingir que nada pasaba.

¡Adelante Terry! ¡Que el público sepa la esencia de una verdadera tragedia! Y aprenda que el mundo no termina por ello, el caballero de reluciente armadura abraza la derrota al igual que la victoria, y aunque marche lánguido por el embate que le han dado a su corazón, sabe mantener el camino a la siguiente aventura, porque si permanece mordisqueando los pedazos que deja atrás, morirá sin la satisfacción de haber vivido siquiera.

Eleanor sabía de eso, ella hubiera preferido vivir junto al hombre que amaba antes que cualquier otra gloria en los escenarios, y aunque no permaneció llorando en el puerto nunca tuvo el valor para pelear por su felicidad.

—Tú puedes, Terry —susurró.

—Yo mismo he luchado con mis fantasmas, estoy lejos del récord de Ebenezer Scrooge que lo consiguió en una sola noche, pero puedo asegurar que finalmente lo he conseguido. Mis espíritus de las Navidades quizás no sepan que lo han logrado pero ¡Finalmente esta noche las visitas han terminado! Mi padre murió hace un año, un par de noches antes de Navidad, quisiera decir que estuve ahí sostenido su mano hasta que se enfrió, pero soy actor, no escritor, no inventaré una escena conmovedora, aún así, conozco cuáles fueron sus últimas palabras: Lo único de lo que un caballero puede arrepentirse, es de arrepentirse.

El honor de un caballeroOn viuen les histories. Descobreix ara