Las culpas de un hijo

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Uno de los perros de Richard seguía ladrando luego de que empezara a oscurecer y continuaba haciéndolo ya bien entrada la noche, y nadie a ciencia cierta conocía el motivo, aunque Madeleine apuntaba que solo quería fastidiar ya que Terry estaba acaparando a Richard y eso había despertado cierto celo en los consentidos canes.

Aún con eso, el actor había conseguido conciliar el sueño, si bien la sensación de borrachera no la tenía ya, el alcohol no se había desaparecido así como así, aunque resistió más que su medio hermano, igualmente terminó cediendo tras la última ronda de whisky que el Duque ofreció para amenizar.

"Debes controlar tu modo de beber"

Y eso no se lo dijo nadie más que él mismo.

Susana, por otra parte, seguía despierta, culpa parcial de los ronquidos de Terry que estaba mal acomodado. Haciendo un esfuerzo monumental se incorporó y se arrastró lo más cerca que pudo de él. Si no conseguía acomodar la postura de su cuello, ella sería incapaz de dormir lo mínimo necesario como para levantarse temprano en su camino a Edimburgo, pues como bien había advertido Terry, Albert propuso la salida, con lo que no contaba ni uno ni otro, era que se había extendido toda la familia Grandchester.

Al respecto, solo Edward torció la boca, pero con el total apoyo de su madre y el leve asentimiento de su padre, no le quedó más que consentir aquello.

El equilibrio de la rubia actriz era precario, sin una pierna le resultaba difícil no irse de lado pero solucionando el problema como de costumbre, sentada al lado de Terry le miraba dormir con la expresión tranquila ¡Cuán importante debía ser Albert para él!

Una sola tarde con él había bastado para regresarle la jovialidad a su vida, y cuando Candy regresara, sin duda, su esposo sería más dichoso todavía. Cuán humillada podría sentirse por aquello, cuán celosa por haber resultado por sus medios incapaz de ofrecerle un consuelo y un amor eterno que satisficiera al hombre que tanto amaba.

¡Una tarde! ¡Solo una tarde y ella tuvo catorce años de intentos fallidos!

Terry se quedó muy quieto, incapaz de siquiera tragar saliva, los ojos bien abiertos

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Terry se quedó muy quieto, incapaz de siquiera tragar saliva, los ojos bien abiertos. Entreabrió los labios pero no pudo decir nada porque eso y más se merecía.

Los ojos azules de su esposa destellaban en la oscuridad, el blanco de su ropa de dormir brillaba con la escasa luz que había, no podía ver su expresión pero se sintió tan aterrado como resignado. ¡Tan infeliz había hecho a la pobre, que cansada de verse inmersa en lamentaciones de un pasado que nunca fue, había optado por seguir las tragedias de las que tanto se había enamorado!

¡Maldita fuera la incertidumbre que la condujo a poner fin a la miserable vida de su esposo con una almohada en la casa que le vio crecer! Los diálogos de Desdémona venían a su mente con la misma intensidad con las que ella ensayaba en otros años cuando su vida en el teatro brillaba:

"Con todo eso, te tiemblo. Tu mirada me aterra. Y no sé por qué es mi temor, pues de ningún crimen me reconozco culpable. Y sin embargo, tiemblo."

El honor de un caballeroWhere stories live. Discover now