La última nevada

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Los fuegos artificiales se habían acallado desde hacía largo rato, el aire tenía un olor extraño, una mezcla de pólvora y el pastel de frutas que había horneado la señora Marlow para comer luego de la cena.

Había una banquilla afuera de la casa, cubierta por el tejado y en la que descansaban un par de enormes cojines medio húmedos por el temporal, pero cubiertos por la gruesa cobija de lana en la que se habían envuelto cada uno, no se notaba.

Les habían dejado solos, sin que ninguno lo pidiera porque resultaba evidente que si después de un año de no dirigirse palabra, Terry se aparecía en la casa en lugar de estar presente en su debut como director, claramente había algo importante que decir.

Pero habían quedando en silencio, mirando el cielo donde antes brillaran las luces de colores y ahora solo quedaban las nubes borrascosas, entre las del clima y las de humo.

—Feliz Navidad, Terry —susurró Susana, para romper aquel silencio que se había formado entre ambos.

—Feliz Navidad, Susie.

Hubo un instante más en que no se dijeron nada, pero al cabo de un instante el actor se aclaró la garganta y emitió un suspiro.

—Vine a disculparme contigo —dijo al fin, mirándola fijamente y sosteniendo sus manos cubiertas por guantes.

—¿Por qué? — preguntó con una sonrisa.

—Por todo en realidad. Creo que nunca supe cómo hacerte feliz, y los últimos días que estuvimos juntos, fueron los peores. Me siento avergonzado de que conocieras esa parte de mi.

Susana se encogió de hombros y volvió a sonreír.

—No fue tan malo... ni siquiera la última Navidad pese a todo. Al final, ganamos dos amigos.

Terry asintió concediéndole la razón, pero no volvieron a hablar en un rato. Esa charla había sido más difícil de lo que había pensado ¿Cómo hablar con naturalidad después de lo que habían pasado? Cuando el drama había terminado, y solo quedaban las heridas de lo que se dijo y lo que no, de las historias y temores que cada uno tenía, pero no compartieron.

Terry volvió a suspirar pero no pudo decir nada porque ella lo interrumpió.

—No digas que me lo debes, Terry, no regresemos a lo mismo porque nunca me debiste nada. Yo hice lo que quería y nadie me obligó. Estoy bien ahora, y estoy feliz de que por fin te sientas libre, nunca fue mi intención tenerte como pájaro enjaulado.

El actor sonrió de medio lado.

—Claro que te lo debo, siempre te voy a deber todo lo que has hecho por mi.

—Pero, ¿qué hice? Solo fue un tiempo en que fingimos que nada pasaba. Ignorar los problemas no los hace desaparecer.

—Es verdad eso, pero fue más culpa mía que tuya. A mi nadie me obligó a esconder el problema y no había manera de que adivinaras lo que tenía. De cualquier forma, si lo pensamos detenidamente, el motivo original por el que estaba molesto con mi padre, no era tan grave en realidad, hasta creo que tenía razón. No sé si es solo una interpretación mía o de verdad era su objetivo, pero de alguna manera me ayudó a decidir mi futuro, a hacerme responsable de mis acciones. Lo que me dijo después es otra historia, y tanto Eleanor como Catherine están bien y ellas fueron las verdaderas afectadas.

Susana asintió. La misma noche en que el Duque le contó la verdad de su nacimiento, él se lo había contado a ella en gritos de frustración, así que eso no le era secreto y estaba de acuerdo con que si ellas, que habían tenido que pasar por el dolor de las acciones del mismo hombre ya habían superado el desencanto, Terry también tenía que seguir.

El honor de un caballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora