7. Sorpresa

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Ethan

Quince minutos antes de las siete, salgo de la universidad, rumbo al bar donde acordé verme con Lion. En el trayecto reviso mi celular, con la esperanza de que Torrance me haya dejado un mensaje, pero nada. ¿Le habrá pasado algo? Según ella, estaría ocupada estudiando un caso que debe presentar con un profesor en un juzgado real. Confío en su palabra, solo que la extraño, la quiero conmigo en este día especial.

Recorro a pie las calles que me faltan para llegar al bar, viendo la gente pasar, en su mayoría universitarios que salen de clase o van a una. Aunque ya no me gusta el ambiente fiestero, hago el esfuerzo por mis amigos que me tienen en cuenta para que pase un buen rato de esparcimiento. Espero que con el rato de fiesta que pasaré, se me pase la zozobra de no saber de ella. Mejor no pienso en que se olvidó de mí, está muy ocupada y no puedo exigirle nada, respeto su espacio así como ella el mío, por lo que es comprensible que estas situaciones se presenten.

Estando a nada de llegar recibo un mensaje de Lion, preguntando si estoy cerca, respondiéndole que me queda solo una calle. A ello me pide que lo espere en la esquina. Sin ponerle mente al asunto le digo que sí; de pronto aún no ha terminado de armar una sorpresa para mí. Ojalá no sea nada que me comprometa.

No pasan más de tres minutos cuando diviso a mi amigo, trotando a mi encuentro. Cruza la calle rápido y estando a mi lado me da un puño a la altura del hombro que me tambalea hacia atrás.

—¿Qué tal, hermanito? ¿Preparado para lo que te espera? —Su tono juguetón y el cómo alza las cejas, de forma divertida, me advierten de que tal vez será un festejo inusual.

—Desde que mi integridad y fidelidad no se vean envueltas acepto —pacto, encogiéndome de hombros.

—¡Bien! —exclama muy contento, dando un fuerte aplauso, frotándose las manos con energía.

De momento esculca los bolsillos de su chaqueta de jean oscura, sacando un pañuelo rojos oscuro. Con el ceño fruncido, sigo sus movimientos; se ubica atrás mío, pasando el trapo por mis ojos.

—Okay, esto no me gusta, Lion —advierto, girando el rostro para verlo de reojo por encima del hombro.

—Confía, hermanito, que no es nada malo... aún —Rápido me venda sin que pueda evitarlo.

Aprieta bien el pañuelo; no me talla, lo único que me preocupa es que no veo nada. Saber que tengo que cruzar la calle en hora pico para ir al bar me pone ansioso. El hombre a mis espaldas me agarra por los hombros, percibiendo su cercanía.

—Te voy a guiar, así que confía, hermanito —enuncia, hablándome cerca al oído.

No alcanzo a decirle que es mala idea, enseguida me empuja con sutileza al frente, obligándome a caminar. Al dar dos pasos casi pierdo el equilibrio por el desnivel del andén. Lion en su crueldad se ríe.

—No estás borracho pero ya te andas cayendo —burla, aun empujándome.

—Será mejor que me quites esta venda, estamos a nada de caminar por la calle, conmigo a ciegas y no me gusta.

—¡Relájate, joder! —exclama, dándome un ligero masaje en los hombros—. Mejor no perdamos el tiempo discutiendo y vamos que ya nos esperan, literalmente con bombos y platillos.

Resuelvo no protestar.

Estando en constante alerta ante cualquier estrepitoso sonido del tráfico, camino al paso que Lion marca. Mis pies trastabillan cuando llego a la otra acera, aliviándome al saber que estoy a salvo. De aquí en adelante el trayecto es tranquilo, no obstante, según mi sentido de orientación, siento que ya nos hemos pasado. La música de los bares retumba por la zona; mis pasos me dictan que ya nos alejamos de nuestro destino. Aún ciego, confiando en el guia, me pregunto si de verdad vamos a celebrar mi cumpleaños o piensa jugarme una broma.

He aquí una pequeña cuestión [Secuela] ©Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt