21. Junior

407 67 12
                                    

Torrance

La luz del alba se cuela por la cortina, es molesta, pero estoy tan somnolienta que no pretendo levantarme para correrla. Con algo de frío en mis brazos y piernas, busco el cobertor toqueteando la cama hasta encontrarlo. Estoy algo adolorida, agotada, aunque si satisfecha, como si a pesar de ello, hubiese descansado a plenitud.

Me remuevo hasta quedar boca arriba, agarrando la almohada al costado izquierdo para colocarla sobre mi cara y no tener ese odioso brillo sobre los ojos. Un olor a pan tostado y de chocolate se cuela en mis fosas nasales, accionando el rugir de mi estómago que demanda sustento. Gruño fastidiada porque no quiero levantarme aún.

Estando a nada de entregarme al sueño, escucho unos pies desnudos al contacto con el suelo, aproximándose. Colocan algo en el buró a mi derecha para luego percibir el colchón hundirse de ese lado. Sonrío sin contenerme, agradeciendo a la vida por esto.

—Amor, buenos días —murmura Ethan con esa voz ronca que le resulta cuando se despierta, que me fascina oír—, Vida, tienes que desayunar.

Quita el cobertor, irritándome por el cambio de temperaturas. A tientas de gruñir en protesta, me acallo por aquella mano que se cuela bajo mi camiseta, deteniéndose en mi vientre.

—Vamos que el bebé tiene que comer también —"¡Ay! Que diga eso..."

Esbozo una enorme sonrisa que revela mi dentadura. Quito la almohada; está ahí, con el cabello desordenado, dándome los buenos días, tan contento que aún alucino con que quiere sea la madre de su primer hijo. Su tierno toque me roba un suspiro de añoranza, llenándome de regocijo el corazón. Igual me sonríe, alternando la mirada de mi rostro a mi vientre, quedándose de más en este último.

—Anda, siéntate que se enfría, amor —insta; hago puchero por ello, no obstante, obedezco.

Apoyándome en mis manos, me incorporo, arrastrándome hasta la cabecera donde recuesto la espalda. Ethan se pone de pie, toma la charola para desayunos colocándola justo sobre mis piernas. Me maravilla lo que preparó; chocolate caliente, huevos revueltos y beicon, un tazón pequeño de frutas picadas, un vaso con jugo de fresa, pan tostado con mermelada. Un desayuno en toda forma. La boca se hace agua por el rico olor, agarrando de inmediato los cubiertos para empezar a comer.

—Leí que debes ir a controles en el momento en que te enteraste del embarazo —menciona. Me alerto, es seguro que se enojará al saber que ya estoy yendo a eso y él ni enterado. Se sienta al borde de la cama, serio esta vez, me escruta—. ¿Cuántos meses tienes?

Tragando duro la cucharada de huevos revueltos que acabo de engullir, ruego porque no se moleste.

—¿Dieciséis semanas? —respondo, achicando un ojo en ese gesto de temor por decir la verdad.

Ethan cierra los ojos, suspira desilusionado; aquello no me gusta porque no quiero que se sienta excluido de mi embarazo.

—Amor, sé lo que piensas. Me disculpo porque sé que querías acompañarme a esos controles, pero de aquí en adelante vamos juntos, lo prometo.

Muerdo mi labio esperando una respuesta. Se mantiene igual hasta que abre los ojos, viendo en dirección a la ventana.

—Son cuatro meses, Torr, cuatro meses que me perdí de estar contigo en esto desde el principio —explica el porqué de su disgusto, retornando su atención en mí—. ¿Seguimos en lo mismo, con los secretos y las dudas?

—¡No, amor! Te juro que no. —Es verdad lo que muchos me advirtieron: a más tiempo, más se molestaría. Ojalá pueda enmendar mi error—. Fui una tonta. No te guardo secretos y no tengo dudas de ti.

He aquí una pequeña cuestión [Secuela] ©Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon