15. Así no te haya criado

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Víctor

Me agacho para depositar a mi pequeña en el suelo, sin apartar la vista de Meredic que desde que entré no me pasó desapercibido su postura rígida y carácter reacio. Es obvio que este encuentro no le gusta, si viene con esa actitud no sé cuál es su propósito aquí.

—Hola, amor —saluda Francesca tras de Meredic que al rebasarlo estira los labios y aprieta los dientes en ese gesto de comprender la delicada situación. Viene a mí, dándome un beso corto en la boca—. Vamos, preciosa a la cocina, me ayudas a hacer cupcakes.

—¡Si, cupcakes! —celebra Victoria, tomando la mano que le extiende su madre. Las dos pasan al lado de Meredic de quien se despiden agitando la mano. Desaparecen por la puerta del fondo que lleva a la cocina.

El silencio, a veces oportuno y otras tenso como en esta ocasión, se instala en la sala.

No sé qué decir, no estaba preparado para este encuentro, mucho menos había ensayado las posibles palabras que algún día le daría si por azares del destino decidiéramos vernos. No sé por qué estoy nervioso de lo que resulte de esto. Quiero recuperar ese lazo perdido con él, que entienda que en mi puede confiar así haya muchos años de por medio que nos superaron.

No sé si decir hola, no sé cómo tratarlo, espero recuperar la valía.

—Hola, Meredic —saludo luego de un largo silencio. Él no responde, se mantiene igual de soberbio—. Por favor, siéntate —le pido con amabilidad, enseñándole uno de los sillones a su lado.

Como un autómata se acomoda en el asiento donde antes estaba, quedando tan rígido que en cualquier momento va a flaquear la postura por la tensión. Me arrellano en el sofá diagonal a donde está. Me relajo lo más que puedo, demostrar que no estoy ni molesto, ni enojado, nada que impida que él me diga el motivo de su visita. Serio le observo, pensando en iniciar por lo más básico.

—Puedo saber el motivo de tu visita, que por cierto, me ha tomado por sorpresa —admito, con la respiración pesada porque a pesar de mostrarme sereno por fuera, por dentro tengo revolucionado el corazón, el estómago y la conciencia.

Meredic se mantiene igual, increpándome, apretando los dientes, marcándose su cuadrada mandíbula. Leo sus facciones, sus rasgos que son más parecidos a su madre que a mí. Lo único que me heredó fue el mal carácter y la mirada calculadora.

Pasan segundos que los creo una eternidad, la rigidez en su cuerpo en conjunto con su respiración aumentan, tanto que creo va a empezar a hiperventilar. Viéndome en la necesidad de calmarlo, doy el amago de ponerme de pie hasta que al fin reacciona, empuñando las manos contra los descansabrazos, dando un golpe fuerte con una.

—¡¿Por qué te muestras tan tranquilo, ah?! ¡¿Por qué finges que entre nosotros no hay tanta mierda que limpiar?! —grita airoso, poniéndose de pie. Igual me yergo, colocando las manos al frente, pidiendo que se serene.

—No estoy fingiendo nada, Meredic, solo quiero que veas que estoy abierto para oírte, para ser el padre que nunca fui contigo.

—¡Eso, eso es! ¡Nunca fuiste mi padre, nunca, ni cuando más lo necesité! ¡Nunca fuiste nada y nunca lo serás para mí! —grita, con el rostro rojo de cólera, temblando por esas emociones fuertes que contiene.

—Nunca lo fui porque no tuve la oportunidad. Te juro que de haber sabido de tu existencia mucho antes, estaría contigo —me impongo del mismo modo, no molesto, pero si firme, con entereza en mis palabras. Ceñudo, le doy a entender mi posición con este asunto de ser su padre.

—¡No luchaste por mí desde el inicio, cuando sabías que posiblemente Erín estaba embarazada de tu hijo! ¡Desde el principio nunca luchaste por mí!

He aquí una pequeña cuestión [Secuela] ©Where stories live. Discover now