31. Acciones desesperadas

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Ethan

Con amargura se limpia las lágrimas, cogiendo un pañuelo que mi padre le extiende. Solo hasta ese momento me percato de él, de cómo le afecta esa historia. No se atrevió a intervenir, lo cual indica que la escuchó con anterioridad y que llegaron a un acuerdo donde solo ella se explicaría.

Reflexiono su situación, repaso lo último que dijo. Se arrepentía de haber hecho ¿qué? ¿El dejarme o el acatar la amenaza de Erin?, porque si mal lo recuerdo, fue por eso por lo que tuvo que abandonarme con mi padre. Mientras observo cómo se pasa el pañuelo por sus ojos y bajo su nariz, analizo de más su comportamiento. Es claro que es de esas mujeres que no teme hacerle frente a quien la perturbe, que afronta cualquier altercado, no parece ser de las que huye ante cualquier amenaza, tampoco de las que abandona porque sí. Debe haber un motivo más allá de la amenaza que representaba Erin porque, si estaba dispuesta a ser madre antes que estudiar en la universidad, era porque planeaba vivir con mi padre, formar un hogar para mí sin importarle que la que creí, era mi madre, estuviese sobre ellos.

Me acuerdo de la llamada que Torr le hizo a Víctor, donde se reveló la verdadera razón. Ese señor, como lo llama, la amenazó con lastimarme si no le daba dinero. Mis ojos vagan hacia sus manos, recordando las cortadas en sus brazos, quemaduras que parecen producto de alguna autolesión. La incertidumbre, así como el no saber lo que la acorraló a tomar esas acciones azotan mi mente, primero como un zumbido, después como un martilleo constante, donde temo enterarme de todo. ¿Qué pasó con ese sujeto cuando se decidió a buscarme tiempo después? Será acaso que...

—Dijiste que te arrepientes de haber hecho lo que hiciste —irrumpo el silencio, antes invadido por sus gimoteos. Capto la atención de mis progenitores, que, al no esperarse mi intervención, denotan cierta sorpresa—, para que no sucediera el que me tuvieras que dejar con mi padre. Erin te amenazó, sin embargo, ¿qué fue eso que hiciste?

No tiene alternativa; suspira hondo, mientras, cabizbaja, adopta la postura anterior. Derrotada, se toma su tiempo. Mi padre al contrario se muestra severo, comunicándome que no sea tan duro lo cual ignoro. Me repito por enésima vez que esto no va de si soy o no inflexible con ella, esto va de que me explique por qué hasta ahora aparece en mi vida afirmando que es mi madre cuando tuvo treinta años para decírmelo. Sea cual sea el motivo, no quita esa realidad, por muy poderoso que sea. Necesito las razones, eso es todo.

—No me fui porque Erin me amenazó —habla, alzando el rostro, viéndome de reojo tan solo un instante. Repite lo mismo con mi padre quien asiente con firmeza, con el ceño fruncido. Luego, cabizbaja, aprieta las manos cuyos dedos entrelaza, tan fuerte que pareciera se va a lesionar.

»Pese a eso no me amedranté, así me amenazara varias veces con arruinar mi vida con tal de evitar que le arrebatara a su prometido —explica, reparando en mí. Recalca con convicción y a la vez con una molestia que considero impropia de ella—. Acepté la propuesta de Néstor, vivir con él, trabajar hasta que tú nacieras y de ahí en adelante tener una familia, los tres, con lo que no conté fue con la aparición de ese señor.

Derrotada, suelta el aire de forma abrupta. Descarga la tensión en sus hombros, aligera sus manos, mientras su rostro adquiere un matiz entristecido.

—Tendría alrededor de seis meses de embarazo cuando pasó —enuncia, encarándome de vuelta. La amargura resalta en su semblante—. Aún trabajaba en la cafetería; no sé cómo dio con mi ubicación, solo sé que ahí estaba, sentado en una mesa, esperaba que yo lo atendiera. Eso me arruinó por completo como imaginarás; se suponía estaba preso por los crímenes que cometió, así que no me preocupé por volverlo a ver, pero ahí estaba, frente a mí, diciéndome que quería ser el padre que nunca fue y que le hacía ilusión ser abuelo.

He aquí una pequeña cuestión [Secuela] ©Where stories live. Discover now