Capítulo 8.

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A ninguno de los exploradores se le ocurrió mover un dedo tras la amenaza. La voz provenía de la entrada del salón, aunque se había oído extrañamente amplificada por toda la estancia. Se trataba de un sonido profundo y distorsionado, sin apenas entonación. Entre ellos no podían verse las caras debido a las protecciones, pero Ciro estaba seguro de que todos tenían una mueca de terror dibujada en sus rostros, incluido él. Aquella voz sólo podía pertenecer a un soldado.

—Las armas al suelo. Daos la vuelta con las manos en alto. — El pelotón obedeció sin rechistar y sin realizar movimientos bruscos. A pesar de llevar las gafas infrarrojas, el joven no veía ningún foco de calor que indicase la presencia de alguien. ¿Acaso el enemigo había desarrollado una nueva tecnología que impedía ser localizado a través de la emisión de calor corporal?—. Salid en fila de a uno, y si alguno de vosotros realiza un movimiento extraño, dispararé a todo el grupo.

Tal y como se encontraban dispuestos, fueron acercándose a la puerta del salón para salir de éste y a continuación llegar al rellano del primer piso. Mientras caminaban en silencio, Ciro consiguió salir del bloqueo mental causado por el miedo. No hacía falta ser muy inteligente para darse cuenta de que había varias cosas que no cuadraban. La primera de ellas, que el soldado hablase su idioma. Nunca había oído a uno hablar, ni siquiera cuando iban en grupos, pero era absurdo que fuesen invasores planetarios y que supiesen hablar su misma lengua. La segunda, el hecho de que sus gafas no fuesen capaces de detectar el cuerpo. Hasta escasos días atrás, los soldados habían sido avistados a través de las gafas infrarrojas sin ningún problema. ¿Por qué no habían visto a éste?

—Trax, ¿ocurre algo? —La pregunta de Sylvan les llegó a través de los auriculares— Me ha parecido oír un ruido.

Ciro esperó impaciente a que Trax contestase a través del comunicador interno, pero no hubo respuesta alguna.

—¿Nos recibís? —insistió Aera. Su tono de voz denotaba preocupación.

—¿Trax? —inquirió Ciro, en vista de que su capitán no contestaba—. Trax, ¿me oyes? ¡Joder, mierda!

—Voy a entrar —informó Sylvan tras esperar unos segundos—. Aera e Ikino, vigilad bien las salidas de la calle, no quiero sorpresas.

—Recibido —contestaron ambas exploradoras al unísono.

—¡No! —chilló—. ¡No subáis! ¿Me recibís? Hemos sido capturados, ¡no subáis! ¿Hola? ¡¿HOLA?!

Aquello estaba tomando muy mal cariz. Si Sylvan entraba y se encontraba con el soldado de bruces, había unas probabilidades muy altas de que éste último disparase por precaución. ¿Por qué entre ellos parecían poder comunicarse y sin embargo no le escuchaban a ni a él ni ninguno de los que estaba arriba? ¿Qué clase de inhibidor de señal llevaba el soldado?

—Vamos Sylvan, no subas, no subas, no subas. —Ciro repitió la las mismas palabras una y otra vez, como si de un mantra se tratase.  Sylvan era precavido; se pensaría las cosas dos veces antes de entrar sin más. Si habían escuchado ruidos y no recibían contestación por el intercomunicador, era obvio que algo estaba ocurriendo.

Ziaya se disponía a salir del cuarto siguiendo las órdenes del soldado, cuando se volvió a escuchar la voz de Sylvan por el auricular:

—Os veo, ¿qué demonios estáis haciendo?

La silueta infrarroja del explorador se recortó al final de las escaleras de caracol. Ciro vio cómo se acercaba a ellos con paso decidido. Debía advertirle; si su compañero daba un paso más, moriría.

—¡No, par...!

Un disparo procedente del interior del salón impactó de lleno en Sylvan.

—¡Joder! ¡¡SYLVAN!!

Mara (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora