Capítulo 27.

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Evey parecía haber sufrido un cortocircuito. Su boca llevaba más de cinco minutos soltando todo tipo de improperios y no paraba de pegar puñetazos a cualquier cosa que se le pusiese por delante. A pesar de la situación, a Ciro la escena le pareció surrealista y cómica al mismo tiempo. Ver a un soldado de Sílica berreando insultos con la voz distorsionada y agitando los brazos como si de un gorila cabreado se tratase era algo que no se veía a menudo.

—¡Me cago en la puta Tera y en el cerebro de mosquito que tenéis los terrícolas! —bramaba en ese momento.

—Te dije que era una hija de puta —contestó Ciro—, aunque tú puedes seguir jurando que Bóriva es mil veces peor.

—¡¿Pero cómo coño se le ocurre seguir mandado exploradores al exterior?! —preguntó al grupo de exploradores que la contemplaban a una distancia prudente—. Y encima ha enviado a un esmirense que justo tiene que ser portador del puto gen y el traje no lo ha matado... ¿Por qué no lo han encerrado junto al resto para analizarlo? ¡Me cago en su puta madre! Ahora no sólo tendremos que salvar a Mara sino que también al desgraciado ese.

—Sería mucho más fácil y efectivo tirar una bomba sobre los laboratorios y acabar con todos los problemas del tirón —propuso Liria—. Que vuestra organización tire un misil, así no tendremos que intervenir y todos podremos volver a casa más o menos sanos y salvos. 

—Cállate Liria —espetó Ciro con odio.

—¿Por qué? —cuestionó la mujer—. Evey ha dicho que necesitaríamos artillería muy pesada para poder entrar. En serio, a mí también me duele la pérdida de Mara...

—No hables de ella como si estuviese muerta —siseó de nuevo el chico, tratando de contener la ira que comenzaba a adueñarse de su cuerpo—. Hace menos de un día pude verla con mis propios ojos.

—¿Y si no era una imagen en tiempo real? Según tú —prosiguió a la par que apuntaba a Evey con el dedo—, teníamos que rescatar a Mara para impedir que su cuerpo fuese utilizado y analizado por los silícolas. Lleva prisionera cinco días; lo mismo ya han conseguido lo que querían y estamos perdiendo el tiempo. Y si no lo han hecho ya, es muy probable que estén a punto de obtener lo que querían. Si pensamos tanto en el beneficio de los terrícolas como en el de tu organización, es lo mejor que podemos hacer. Si se destruye la base experimental no quedará rastro ni de Mara ni del otro explorador; no habrá cuerpos que poder seguir analizando. ¿Por qué no hacerlo?

—No pienso destruir una mierda —respondió la aludida.

—Y yo me niego a meterme ahí dentro por un capricho tuyo. Y estaremos todos de acuerdo en que mi postura es mucho más lógica que la tuya.

—Tal y como están las cosas ahora mismo, la idea de Liria es bastante razonable. —Trax se levantó de su asiento y encaró a Evey—. No tiene ningún sentido arriesgar la vida de varias personas y gastar recursos para salvar a dos exploradores que ya tienen una muerte asegurada.

Antes de que pudiesen apartarse del camino, Evey había arrollado a Ciro y a Liria y se había abalanzado sobre Trax, apuntándole con el cañón de su pistola de plasma directo a la sien.

—Como Teniente Coronel que fuiste en la Tierra sabrás que hay cosas que son de manual, como el hecho de no abandonar nunca a un soldado en el campo de batalla. Voy a repetirlo una única vez más: no-pienso-destruir-una-mierda-con-Mara-dentro. Y si alguno de vosotros vuelve a llevarme la contraria, no dudaré en apretar el gatillo. Sabéis que tengo el dedo flojo —añadió.

La última frase dio paso a un desagradable silencio en el interior de la nave. Aún conmocionado por lo que acababa de suceder y con el recuerdo de Aera desplomándose en el suelo una y otra vez, Ciro observó cómo Evey se alejaba de su capitán de pelotón y centraba su atención en el radar del aerodeslizador. No soltó la pistola en ningún momento.

Mara (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora