Capítulo 33.

752 87 43
                                    

—Sigo sin entender por qué nos hemos tenido que quedar aquí fuera. No pensarás que alguno de ellos cumplirá con las órdenes de Tera.

—No, no lo creo.

—¿Entonces qué estamos haciendo? Tendrían que haberse quedado ellos aquí fuera, no nosotros.

El mutismo de su acompañante hizo que el corazón se le encogiese aún más bajo sus costillas. Apretó el mango de la pistola de plasma con los dedos de su mano derecha, deseando que su tacto le proporcionase cierta sensación de seguridad. Con un pie dentro y otro fuera del almacén de residuos, Liria esperaba impaciente junto a cinco soldados del F.M.A y junto al capitán del pelotón EX:A-2.

No conocía a Trax mas allá de lo que había vivido con él a lo largo de los últimos días. Desde el principio le había parecido una persona en la que poder confiar. Sabía de su pasado bélico en la Tierra y sabía de su larga experiencia en combate. Era claramente un buen capitán y estratega, y hasta entonces había demostrado poseer el sentido común que tanto Evey como el resto de los exploradores de la misión carecían.

Si bien Liria había tenido muy claro desde el principio que acataría las órdenes de Tera, los sentimientos que había experimentado a lo largo de aquel viaje se lo habían puesto muy difícil. Hubo momentos en los que no habría dudado en apretar el gatillo contra Mara, y otros en los que le habrían flaqueado las piernas si hubiese tenido que hacerlo. El hecho de tener a la mayoría de los exploradores en su contra tampoco ayudaba, pero hasta entonces la presencia de Trax había conseguido poner sus ideas en orden. Sentía que el capitán del pelotón EX:A-2 era un poderoso muro sobre el que poder apoyarse; sus ideales eran fuertes y consistentes, y a su lado era muy fácil recuperar la confianza en uno mismo.

Y sin embargo, en aquel momento sólo podía sentir una terrible angustia que la impedía respirar con facilidad. Era como si el muro de carga que hasta entonces había sido Trax hubiese desaparecido. Él estaba allí, pero ya no ejercía esa fuerza sobre ella porque algo había cambiado. Percibía que el capitán tampoco tenía intención de cumplir con las órdenes que su directora de sección les había dado.

Liria deseaba poder encontrarse en cualquier otro lugar haciendo cualquier otra cosa. No quería que llegase aquel momento en el que sus ojos y los de Mara se encontrasen y ella tuviese que apretar el gatillo. No quería porque sabía que lo haría sin apenas dudar, porque tenía muy claro que el bien común debía primar por encima del bien individual. También sabía que nada más disparase Ciro o Evey la matarían, pero aquello no la aterrorizaba tanto como el hecho de tener que acabar con la que había sido compañera de pelotón durante dos largos años. Tal vez que la matasen fuese mejor que tener que volver al Cubo y vivir el resto de sus días cargando con las consecuencias de sus actos.

—En cuanto aparezcan, es probable que los soldados traten de matarnos. —Trax volvió a hablar a través del intercomunicador—. Tenemos que ser más rápidos que ellos.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Exactamente por lo mismo por lo que nosotros hemos sido enviados para acabar con Mara.

Liria sentía el sudor resbalando por sus sienes. El calor que hacía en aquel planeta era insufrible aún portando el traje de los silícolas.

—No lo entiendo. ¿Qué tiene que ver una cosa con otra?

—Sabemos demasiado. Sabemos de su existencia, de la existencia de Sílica y de estos laboratorios. También sabemos dónde se encuentra la puerta dimensional para acceder a Esmira, y de Esmira a Sílica. Lo último que querrán es que volvamos con toda esa información al Cubo. En cuanto uno de los nuestros aparezca por el pasillo, se darán la vuelta y nos matarán.

Mara (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora