Capítulo 23.

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Ciro pegó un respingo desde su asiento cuando escuchó la inconfundible voz de Valia Alaine en la cabina de la aeronave. Con los ojos como platos, dirigió su mirada al resto de sus compañeros para ver si ellos también lo habían oído, o si por el contrario se trataba de una mala jugada por parte de su subconsciente. Las dudas quedaron disipadas en cuanto escuchó a Evey contestar a través del comunicador.

—¡¿Valia?! —preguntó, claramente sorprendida.

La respuesta se demoró unos segundos que a Ciro le parecieron horas.

—¡Evey, menos mal! ¿Dónde estás? ¿Tienes a Mara?

—¡Me pillas en mal momento! —chilló la piloto para hacerse escuchar por encima de la marabunta que había en la cabina—. ¿Dónde estás tú?

—Te mando mis coordenadas. He empleado la puerta dimensional cercana a la número 24 terrestre.

Un proyectil impactó a escasos metros de su posición, obligando a Evey a realizar un giro brusco hacia la izquierda para no comerse la metralla procedente del suelo que amenazaba con romper el cristal de la nave.

—¡No puedo mirar el comunicador ahora, Valia! ¡Tengo a tres naves enemigas pegadas a mi culo, me quedan sólo tres proyectiles y aún no sé si la que maneja los mandos del cañón es una chica o un puto Tiranosaurio rex!

Ciro escuchó a Iri soltar un improperio desde la retaguardia, pero él no pudo evitar sonreír. Tenía que reconocer que Evey era una mujer con un humor muy peculiar, independientemente de si lo hacía con intención de herir o para relajar la tensión del ambiente.

—¿Qué? ¿Tres naves? —Valia realizó una breve pausa—. De acuerdo, deshaceos de ellas. Yo trataré de ponerme a cubierto. Avísame cuando hayáis terminado.

—¡Recibido!

La seguridad con la que Valia había transmitido su último mensaje reconfortó Un poco a Ciro. No tenía la más remota idea de qué se conocían ambas mujeres, pero estaba claro que tenían algo parecido a una estrecha relación y que se tenían plena confianza. Valia sabía con certeza que Evey conseguiría huir de aquella situación, y Evey parecía confiar en que Valia encontraría dónde meterse mientras esperaba nuevas noticias del pelotón. ¿Cambiaría su relación cuando Alaine se enterase de que su compañera había matado a Aera?

El caos volvió a reinar en el aerodeslizador. La conversación entre ambas mujeres le había hecho olvidar en cierto modo el estruendo provocado por la velocidad que llevaban y por la orquesta de diferentes pitidos que avisaban del peligro constante y de la pérdida del alerón derecho. La realidad abofeteó a Ciro con crueldad, devolviéndole al infierno de piruetas y zigzagueos a los que Evey les estaba sometiendo para tratar de salvar el pellejo.

Se retorció en su asiento para intentar ver cómo de lejos se encontraban las naves de los soldados, pero el cinturón apenas le permitió ver por el rabillo del ojo a una Iri sentada en una butaca giratoria y con los mandos del cañón Gauss agarrados con firmeza. Se sintió inútil y tremendamente mal desde su posición. Mientras Evey controlaba los mandos de la nave e Iri controlaba los mandos del cañón, él permanecía sentado, a la espera de recibir algún mensaje por el comunicador junto a su jefe de pelotón y Sylvan. ¿No podía hacer nada más? ¿Tendría que conformarse con ver cómo eran asediados por tres naves enemigas y esperar a que algunos de sus proyectiles les diese de lleno?

De repente una idea magnífica surcó su cabeza. Si tan sólo disponían de tres proyectiles más, ¿por qué no usar el rifle Gauss que llevaban encima? Tal vez no tuviese la misma potencia que el cañón, pero Evey les había dicho que solía emplearse para vehículos pesados. Sin pensárselo dos veces, Ciro se desabrochó el cinturón de seguridad y se arrastró por el suelo del vehículo hasta coger el rifle con ambas manos.

Mara (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora