Capítulo 29.

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Mara

Hay algo que no me cuadra.

Arrinconada en una de las esquinas de mi celda, contemplo de manera compulsiva la pared donde sé que tiene que aparecer una puerta. No es que mi noción del tiempo aquí dentro sea muy precisa, pero estoy casi segura de que, siguiendo la rutina, la mujer sin pelo y de perfectos dientes tendría que haber aparecido ya para hacerme el interrogatorio de turno acerca de nuestras puertas dimensionales, acompañada por un par de soldados que me sirviesen de aliciente.

Pero no aparece. Y eso me da muy mala espina.

Conseguí recuperar cierto control sobre mi mente tras recordar cuál era mi nombre, grabándolo en la pared de la habitación para no olvidarlo nunca más. Me rompí todas las uñas en el proceso para apenas conseguir que unas tímidas líneas blancas quedasen rayadas en el hormigón, pero desde entonces, cada vez que siento que voy a olvidar quién soy, clavo mis ojos en el garabato y me repito lo que pone como un mantra.

Recuerdo qué fue lo que pasó para que me encerrasen aquí. Recuerdo la expresión de horror dibujada en la cara de mi madre mientras yo alzaba los brazos hacia ella, en señal de socorro. Recuerdo la mano del soldado, tirando primero de la pernera de mi uniforme de explorador y luego agarrando mi tobillo como si fuese unas tenazas. Recuerdo mi miedo irracional al pensar que me matarían.

Pero aquí sigo, y aunque he de reconocer que me siento más muerta que viva, aún soy capaz de mantenerme firme ante los continuos golpes que me propinan para sonsacarme algo de información que les permita acceder a nuestro refugio. Firme en alma, porque mi cuerpo parece un amasijo de carne y huesos más que otra cosa. Mis ojos apenas se abren camino para poder ver a través de los párpados hinchados y mis labios se mantienen sellados entre sí por culpa de la deshidratación y de la sangre ya seca, provocada por algún puñetazo que me dieron en su momento. Y eso sólo en cuanto a la cara, del resto es mejor no hablar.

Ahora que he conseguido recuperar de manera parcial la memoria, y a pesar de los dolores punzantes que me provocan los puñeteros chismes que tengo implantados en la cabeza cada vez que trato de recordar algo, me siento más optimista. La mujer calva me dijo hace no mucho que un grupo de exploradores venía a buscarme para matarme, pero sinceramente, me importa una mierda. Prefiero morir en manos de otro que no sea ella sólo por no darle ese gusto. Así, con un poco de suerte podré ver una cara distinta por última vez.

Sólo hay una cosa que consigue distraerme de mi obsesión por esa mujer y sus ganas de saber cómo acceder a nuestras puertas dimensionales, y es el hambre. Estoy casi convencida de que jamás en la vida había deseado tanto llevarme un bocado al gaznate. Es demencial. Toda la lucidez que he ganado tras haber recordado mi nombre se pierde en cuanto mi estómago ruge, y entonces las palabras de la mujer vuelven a mi cabeza para atormentarme: "Escúchame bien Mara Alaine, tienes dos opciones: proporcionarnos la información que queremos para acabar con este sufrimiento o esperar a que la locura y el hambre acaben contigo".

Me veo con la suficiente entereza como para aguantar las palizas que me dan, pero tal vez de aquí a unos días sea incapaz de mantenerme callada por culpa del hambre. Tal vez haría lo que fuese con tal de comer, hasta asesinar a mi propia madre. Hasta cortarme un dedo y comérmelo, yo que sé. Recuerdo haber leído historias donde los protagonistas se comían entre sí para sobrevivir, así que no sería la primera ni mucho menos la última persona en hacerlo.

Mis ojos se desvían de la pared‑puerta y observan el resto de la celda. Se posan en la cama donde se supone que tendría que descansar para a continuación pasar al retrete. Creo que no he llegado a usarlo. La vez que tuve ganas de ir al baño intenté ponerme de pie para llegar hasta él, pero mis rodillas cedieron ante el peso de mi cuerpo y terminé haciéndome todo encima. Me dio tanto asco que luego vomité, así que el hedor de la celda debe de ser brutal. Que se jodan.

Mara (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora