Capítulo 2

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Sigo corriendo, sin parar, sin descansar. Tengo que alejarme todo lo que pueda de ese maldito colegio, de esa calle vacía, de todo lo que he visto y oído. Por eso lo único que tengo en la cabeza en este momento es correr, sin tropezar, sin distracción alguna. Huir de todo lo que ha sucedido allí, estando dentro y fuera. Huir de la muerte y de la maldición. Conseguir sobrevivir.

Pero hasta la zona del centro está vacía, desierta, y no puedo evitar recordar el interior del centro. Ahora solo se pueden ver papeles rodando por el suelo, aunque las farolas están encendidas y me sirven como el más mínimo apoyo para decirme que no estoy allí, que he escapado. Quizá toda esta zona esté así porque es tarde y todo el mundo ha vuelto a sus salones y está viendo una película de terror. Aunque no sé exactamente la hora que es para que todo esté tan desolado y, en parte, me alegro. Ahora mismo solo quiero llegar a casa, darme una ducha y dormir para mañana ver que todo ha sido un estúpido sueño. Un sueño muy real, pero sueño al fin y al cabo. Quiero despertar con una bolsa llena de golosinas de todos los tipos y hacer los deberes con Ronnie, como siempre los hemos hecho. Pero una parte de mí me dice que eso no podrá ser, y noto cómo me marchito un poco más por dentro.

Después de recorrer unas cuantas calles más sin parar para recuperar el aliento, llamo a mi puerta y comienzo a mirar en todas direcciones por si encuentro cualquier cosa extraña. Pero no hay nada que capte mi atención de una forma inusual y mortífera.

Empiezo a incomodarme al ver que nadie me abre la puerta, e insisto de una manera más frenética. Justo después, mi madre abre la puerta, desesperada, y me estrecha en un fuerte abrazo. Entonces es cuando vuelvo a romper a llorar sin consuelo, pues tampoco lo voy a encontrar en ningún sitio.

La mujer morena mira a ambos lados de la calle y me hace pasar, todavía teniéndome bajo su brazo, dándome calor y, en cierto modo, tranquilidad y seguridad. Siento como si ahora estuviera a salvo y nada me pudiera atacar, porque ella detendría a todo aquello que lo intentara con tan solo mirarlo.

—Tranquila —murmura, acariciándome el brazo para que entrara en calor.

Cuando llegamos al salón, mi padre salta del sofá y se gira para mirarnos, como si hubiera estado sentado sobre un resorte. Tiene los ojos cansados por llevar tantas horas despierto. Y eso me devuelve a la pregunta que no quería saber estando en la calle: ¿qué hora es?

—Las cuatro y media de la madrugada —contesta mi madre, como si me hubiera leído la mente.

Compruebo el reloj de la pared y, efectivamente, es tan tarde. Apago también la linterna al darme cuenta de que todavía está conectada e intento tranquilizarme de nuevo. Todo esto ha sido un sueño.

"Tic, tac...", susurra la voz de nuevo en mi cabeza.

Me quedo parada durante unos segundos. Esto no puede estar pasando. Pero lo vuelvo a escuchar y me doy cuenta de que es real.

Comienzo a gritar, a sollozar, y me tumbo en el suelo, encogida totalmente y tapándome los oídos mientras mantengo los ojos cerrados con todas mis fuerzas.

Tiene que acabar. He salido de allí. Estoy lejos de ese maldito colegio. ¿Por qué la sigo oyendo? ¿Es porque me estoy volviendo loca? ¿Estoy en estado de shock? ¿Se me quedará como parte de un trauma?

No. No tengo la mente en otro lado, si no, no habría podido venir hasta aquí corriendo. Pero la sigo escuchando. ¿Por qué? ¿Quién es esa voz?

—Selene —susurra la voz embotada de mi madre—. Selene, ¿qué te pasa?

—¿Ha venido sola? —pregunta mi padre.

Ella asiente y noto cómo mi padre me coge en brazos, pese a tener dieciséis años y él cuarenta, y me lleva a mi habitación para depositarme en la cama. Allí recobro la misma postura y sigo con lo que estoy haciendo, salvo que ahora tengo la imagen de los últimos momentos con Ronnie en la mente.

SeleneWhere stories live. Discover now