Capítulo 6

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Tenebrio Molitor. Esas palabras no dejan de rondar por mi cabeza mientras camino por la habitación a una velocidad casi frenética. Pero no consigo averiguar a lo que pertenecen, si lo he leído en algún lugar o estudiado en cualquier asignatura. Pueden ser miles, millones de cosas diferentes, desde una marca de bicicletas, aunque fuera muy raro, a una planta tropical. El caso es que no tengo ninguna idea concreta.

Se me ocurre la solución para averiguarlo, así que cierro la puerta de mi habitación y me dirijo a un rincón del escritorio en el que está mi ordenador portátil. Lo cojo y me acomodo en la cama. Necesito saber qué es lo que quería decir el mensaje, o lo que sea, que me ha dejado el fantasma. Más tarde me encargaré de otros asuntos.

Después de encenderlo, abro una página de internet y escribo en el buscador lo que me ha indicado el espectro. El primer enlace que me aparece pertenece a la Wikipedia. Ahí, dice:

Tenebrio molitor, denominado comúnmente como gusano de la harina, es conocido sobre todo por su forma larvaria, es una especie de coleóptero de la familia Tenebrionidae.

Lo releo un par de veces más, intentando descifrar qué es lo que pone. Lo que quiere decir ese montón de palabras es que es un bicho que reptaba pero que tenía que cambiar de forma o tamaño. Genial. Y ¿eso de qué me servía a mí?

Lo siguiente que aparece es una descripción física de la larva, su tamaño, y del escarabajo en el que se transforma, al igual que su alimentación. Pero todavía no sé qué significado tiene para mi persona. Y cuanto antes aparece ese pensamiento en mí, antes recuerdo la imagen que hace que se me revuelva el estómago.

Me levanto inmediatamente, al estar segura de lo que es, y me agacho delante de los pies de la cama para agarrar la caja. El problema es que, cuando la abro, todavía allí, la repulsión que creía que encontraría contorneándose está quieta. Mortalmente quieta. Pero me vale igualmente para compararla con la imagen que tengo en la pantalla del portátil. Y, por suerte o desgracia, coincide. Y digo por suerte o desgracia porque no estoy totalmente segura de si me debería alegrar por saber lo que me he comido en sueños.

Cierro de nuevo el ordenador y la caja, dejando cada cosa en el sitio en el cual estaban antes. Y, justo después, me vuelvo a sentar en mi cama, hábitat al cual me estoy comenzando a amoldar en las últimas horas pese a parecerme un lugar horrible unos días antes. Allí, me encojo y me abrazo las piernas.

¿Qué mente enferma se come un gusano en sus sueños? ¿Qué me ha hecho fabricar eso en mi imaginación? ¿Por qué era el mismo que el que me ha señalado la invasora? ¿Estoy bien psicológicamente hablando? ¿Y físicamente? ¿Por qué me hago tantas preguntas y la única respuesta que obtengo es No lo sé para todo?

Me paso una mano por la cara y suspiro. Debería dejar de cuestionarme todo tanto, pero tengo que calcular cuál será el siguiente paso que dé para averiguar quién es ese fantasma, pues solo sé que se parece ligeramente a mí y que me ha escrito, a base de arañazos, Tenebrio Molitor en la madera.

Quizá me vaya a meter en algún problema mientras intento llegar al fondo de este asunto. Tal vez muera en el intento. Pero merecerá la pena saber algo más sobre la causa de tantas desgracias. Estoy segura de que, aunque fallezca dentro de ese colegio, habré averiguado algo. Porque sé a ciencia cierta que tendré que volver a pisar ese recinto, lo quiera o no, antes o después. Puede que, entonces, la maldición sí que se manifieste de una forma total y plena, acabando conmigo de la peor manera de todas. Y, si es así, ojalá y no involucre a más gusanos de harina o, en general, insectos.

Un escalofrío me recorre la columna vertebral que me deja entumecida. Al menos, tengo la cama sin hacer y me puedo tapar. Pero, en su lugar, me decanto por hacer otra cosa; salir de mi habitación. Aunque, antes de eso, me cubro con una de las mantas que tengo dentro de un cajón del armario.

SeleneWhere stories live. Discover now