Capítulo 21

40 7 20
                                    

La sensación comienza a incomodarme, a hacer que me agobie por no saber cómo apaciguar ese calor, ese ardor. Ni siquiera creo que mi mente sea capaz de pensar con claridad para buscar una solución, y dudo que aquí haya agua después de tantos años vacío. Pero se me ocurre algo: salir. Intentar huir, lo que parece que es lo que mejor se me da hacer y lo único que se me pasa por la cabeza que pueda funcionar; pero es todavía más inútil que lógico.

Y, a medida que el dolor aumenta, esta vez propagándose por todo el cuerpo, mis gritos también lo hacen. Hasta que soy incapaz de mantenerme de pie y me caigo al suelo, encogiéndome para, más tarde, retorcerme de una forma que asustaría hasta al mejor exorcista. Pero quizá no sea suficiente como incomodar al chico rubio, puesto que no aparta la mirada de mí y parece hasta tranquilo, impasible.

Su comportamiento indiferente me hace gritar su nombre en busca de un auxilio que no llega, como si mi mensaje de socorro no fuera recogido por nadie. En su lugar, obtengo una disculpa al leer sus labios, una que no sirve para nada que no sea destrozarme un poco más por dentro y sentir que por fuera también lo estoy haciendo; quizá Patty tuviera razón al decir que estaba llamándolo príncipe azul cuando era parecido al egoísta Príncipe Encantador, aunque sin luchar contra un ogro verde.

Poco a poco, con cada chillido desgarrador y el calor asfixiante que me rodea, siento que las fuerzas me van abandonando, que la sensación de quemazón aumenta, la respiración y ritmo cardíaco disminuyen a velocidad vertiginosa, los párpados me pesan y el cuerpo deja de responder a los movimientos que le manda mi cerebro. A fin de cuentas, parece que la vida se me escapa entre los dedos sin siquiera permitirme decidir o retenerla el tiempo suficiente como para llegar a casa y dejar salir mi último suspiro en mi cama con la gente que quiero.

Y, si esto es sentir que estás muriendo, espero que a nadie le llegue su hora de esta manera y tan sumamente pronto. Porque, aunque esté siendo rápido, duele de una forma inimaginable, difícil de explicar. Solo espero que me perdonen por esta locura, que no se les ocurra entrar para recuperar mi cadáver y que, pase lo que pase, no olviden que el colegio está maldito y se atrevan a entrar en este lugar.

Quizá ese haya sido mi primer error: querer demostrar la valentía que jamás he tenido. Y, si esa es la razón por la que me está pasando esto, la asumo.

~

Me despierto sobresaltada en la misma sala, ahora en unas condiciones mejores, aunque no de una forma excesiva; seguro que ha tenido temporadas mucho mejores, épocas en las que corretearían varios niños de una forma alegre y despreocupada, a menos que tuvieran un examen para el que no habían estudiado. Y aquí estoy yo, en el centro de la sala, sentada, como si lo anterior lo hubiera soñado y esto fuera lo real. Y estoy viva, que es lo que cuenta ahora, aunque algo dentro de mí me dice que esto no va a durar mucho más tiempo.

Me pongo de pie y miro hacia la ventana, todavía en el mismo lugar, esperando a que pase algo, o alguien, que no sea el tiempo. Quiero ver que sigue viva, huyendo por el jardín, ahora más cuidado; quiero tener la sensación de que llega a casa sana y salva. Pero ¿quién?

Escucho unos golpes y miro hacia la puerta de la entrada, bloqueada con la pata de una mesa, como si me estuviera escondiendo de alguien. Y la pregunta actualmente es: ¿de quién?

"De la muerte", afirma mi subconsciente.

Vuelvo a escuchar el mismo ruido, como si alguien intentara hacerse hueco y causarme una imagen que me crearía pesadillas. Y tengo que plantarles cara, aunque el miedo sea mayor que mi coraje, solo por ella. Justo en el momento en que siento que un recuerdo que he olvidado intenta volverme a la mente, se me humedecen los ojos y, como si le rogara a alguien verla, vuelvo a observar la imagen de la pequeña que cruza el patio. Y esa es la señal que necesitaba para ser capaz de hacerlo.

SeleneWhere stories live. Discover now