Capítulo 5

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Después de media hora desde que mi padre telefoneara a emergencias, llaman a la puerta. Llevo más o menos ese tiempo en mi habitación, sentada en la cama y mirando fijamente el panel que contiene las imágenes. Otra vez torturándome. Pero es lo único que puedo hacer.

Entonces, golpean suavemente la puerta y miro en aquella dirección. Mi madre se asoma por una ranura y se aclara la voz.

—Cariño, ¿pueden pasar estos señores? —pregunta.

Asiento con la cabeza. Ella la abre totalmente y deja entrar a un hombre y una mujer, este de la edad de mi padre más o menos y, su acompañante, de entre unos veinte o veinticinco años. La chica no lleva el uniforme de agente, sino que una vestimenta normal, así que puede que vaya de paisana y empiece el turno después.

Me mira directamente a los ojos y sonríe, aunque es una amarga. No entiendo el porqué si, al final, ella no ha visto lo que yo. Ni siquiera se puede hacer la menor idea de ello. Me da la impresión de que lo hace para compadecerme.

—¿Puedo? —cuestiona en un tono muy sutil mirando a los pies de la cama.

—Sí, claro —contesto, mirándola.

Se acomoda delante de mí y se desprende de la cazadora. La examino y llego a la conclusión de que es bastante guapa, con su pelirroja melena envidiable recogida en una coleta alta, ojos verdes, labios carnosos y nariz respingona. Es la apariencia que cualquier adolescente quiere para su novia o para ella misma.

El hombre se pasea por toda la habitación analizando todo lo que hay a su alrededor, como si buscara algo que me declarara sospechosa o, directamente, culpable de cualquier crimen. Lo veo en sus oscuros ojos entrecerrados.

Por el rabillo del ojo visualizo a la que tengo al lado girarse y rueda los ojos. Después, me susurra:

—No te preocupes. Lo hace siempre. Es como una inspección base rutinaria. Aunque no sé exactamente cómo llamarlo.

La miro y le concedo una sonrisa ladina. Parece que está acostumbrada a hablar con gente, sobre todo de mi edad y que ha pasado por una experiencia posiblemente traumática.

—Soy psicóloga, no policía —dice, como si me hubiera leído la mente—. Me han contratado en el departamento solo por si acaso.

Asiento con la cabeza una única vez, como si estuviera de acuerdo. Realmente me consuela que no sea como él en el sentido de escudriñar absolutamente todo. Me estaba poniendo nerviosa con eso.

—Soy Sarah, y este es el agente Emer Statham —dice la pelirroja.

—Solo agente Statham —refunfuña el hombre con el pelo grisaceo.

La chica rueda los ojos y hace un gesto con la mano como para quitarle importancia, cosa que me hace sonreír levemente. Ella hace lo mismo y consigue hasta continuar bromeando.

—De acuerdo, solo agente Statham —se burla—. ¿Te importaría sentarte y dejar de incordiarnos? Estás distrayendo a...

—Selene —murmuro mi nombre, ya que es lo que quiere averiguar.

Es un método curioso, pero eficaz. Ha tardado poco en sacármelo, aunque no es que vaya a dar la clave del enigma con él. Igualmente, debería tener cuidado con lo que digo para que no descubra toda la historia, la de verdad.

El policía se sienta en la silla de escritorio con los dedos entrelazados sin separar la vista de mí. Prefiero que continúe recorriendo los estantes con la mirada a sentirla fija en mi persona, como si quisiera averiguar hasta el más escondido pensamiento que me ronda por la mente.

SeleneWhere stories live. Discover now