Capítulo 8

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La mirada que me cede me deja blanca, y también el gesto que la acompaña. Y, es entonces, cuando me doy cuenta de que no está bien, que tiene un problema incluso más grande que el que tengo yo ahora mismo. Es algo que no me esperaba, que ni siquiera me he planteado al contactar con ella.

—Me da igual —añade.

No sé qué decir, qué hacer. Tampoco me atrevo a responderle como me gustaría. Y, sí, me declaro culpable de ser tan cobarde y no contestarle cómo demonios se le ocurre decir que no le importa que su hermana gemela haya pasado al otro mundo.

—No creo que te dé igual. Al fin y al cabo, es tu hermana. Yo...

—La hermana que ha colaborado en la tarea de hacerme la vida imposible, si me permites corregirte —indica, interrumpiéndome—. Sí, Selene. Yo tampoco he tenido, ni tengo, una vida fácil. Puede que haya fingido que no era así y estuviera por y para ti al cien por ciento durante mucho tiempo. Pero es lo que dicen de los amigos: dejan en segundo plano sus problemas para preocuparse por los tuyos. Y yo me equivoqué. Hice demasiado por ti mientras que tú ignorabas el caos que se apoderó de mi día a día desde hace tanto tiempo que ya ni recuerdo cuándo empezó.

Me quedo callada, mirándola a los ojos. Ha vuelto a echarme en cara lo egoísta que fui, y no puedo negar lo evidente; tiene razón en todo. Fui una completa desagradecida y me aproveché de ella y de su generosidad, pero nunca le di una simple muestra de gratitud. Lo haría ahora mismo, pero tengo la sensación de que es tarde para ello. Ya no somos las inseparables Patty y Selene que éramos antes; ahora somos Patty y Selene, por separado.

—¿No quieres preguntarme nada? ¿Me puedo marchar ya? —cuestiona, rompiendo el silencio.

Realmente, sí quiero hacerlo. Muchas dudas rondan por mi mente desde el preciso momento en el que se me ha pasado por la cabeza la versión de la historia de Iris que propagaron los medios de comunicación por todo el estado.

—¿Por qué has hablado así de tu hermana? No lo entiendo. Es...

—Es fácil —me corta, de nuevo—. Éramos gemelas: idénticas físicamente, pero diferentes en cuanto a la personalidad se refiere. Con el tiempo, ella se fue quedando con la belleza y la popularidad, mientras que yo era el cerebrito, con sus gafas de pasta y aparato dental. Ahora tengo las cualidades de ambas. Algo bueno tiene que tener esto, ¿no?

Me sale solo lo que he estado callando todo este tiempo. No aguanto más con la lengua mordida para no sonar muy brusca y preguntona. Ya me da igual lo que piense de mí. Así que lo suelto todo, como haría un bombardero de la Segunda Guerra Mundial con un misil mientras sobrevuela una ciudad enemiga.

—¿Qué te ha hecho para que hables así de ella? ¿No crees que le molestaría si te escuchara?

—Ya te he dicho que se metía conmigo. ¿Te parece poco?

—Cuando se juntaban los cuatro también se metían conmigo, y no por eso hablo de ellos como piso una baldosa con los pies llenos de...

Suelta una risita y niega con la cabeza, mirando al suelo. Ese comportamiento vuelve a hacer que mi voz se vea perdida en el fondo de mi ser. No entiendo nada.

—A ti no te lo hacían en tu propia casa y la persona con la que compartías genética. Te lo menciono por si no te has dado cuenta hasta el momento, querida. Además, creo que les perdonaste todos sus pecados cuando empezaste a juntarte con ellos, ¿no? —guarda silencio durante un segundo, como si esperara una respuesta que no va a llegar—. ¿Algo más o ya has terminado?

Recapacito lo que voy a decir a continuación. Tengo muchas posibilidades, múltiples preguntas que hacerle, y no sé por cuál decantarme para empezar.

SeleneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora