Capítulo 18

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Me tiemblan las manos y no consigo ser capaz de sujetar el móvil y llamar a Patty sin equivocarme de contacto. Estoy nerviosa, incrédula por lo que he visto. Y, aunque formara parte de mis ideas, no lo era que fuera verdad. Saber que mi madre tenía una relación con el fantasma me provoca un sentimiento que soy incapaz de describir. Solo sé que está ahí y que es verdad, que no estaba tan equivocada como pensaba. Pero ¿es una Wadlow? Seguramente sí, pero necesito que mi amiga me lo confirme, y eso solo si ha conseguido algo. Aunque todo apunta a eso.

—Tranquilízate, Selene —me digo estando frente a la cama con los ojos cerrados—. Tienes que calmarte. Así no consigues nada.

Inspiro. Espiro. Inspiro. Y vuelvo a espirar. Así varias veces más hasta que consigo volver un poco más a la normalidad. Pero sigo con los dedos inquietos y, para colmo, helados. Así que pienso que es mejor ponerme el pijama primero y, luego, coger el móvil. Pero rápido, porque el tiempo corre y necesito el máximo posible.

Me quito la ropa, la doblo y la dejo en la silla de escritorio. Enseguida me enfundo en mi traje de noche y me meto en la cama para entrar en calor antes. Pero ni tan siquiera puedo sentir que mi temperatura corporal es la normal, porque el teléfono suena antes de que eso suceda. Y es Patricia, lo que me sorprende, puesto que habíamos acordado que sería yo la que la llamaría.

—¿Sí?

—Es tu madre —dice a toda prisa—. Annette Wadlow es tu madre. ¿Te lo puedes creer? Estoy...

Suspiro, y eso hace que se calle, como si la hubiera interrumpido. Pero no lo he hecho con esa intención, porque quiero escuchar lo que ha encontrado por la inmensidad de internet.

—Lo sabías, ¿no?

Hago lo mismo de antes y miro la puerta, comprobando que está cerrada. Puedo hablar tranquilamente con ella.

—Se podría decir que todo apuntaba a eso, pero gracias por...

Y puede que yo no la cortara aposta cuando ha empezado a hablar con esa emoción en la voz mezclada con intriga, pero ella sí lo hace conmigo. Es una tradición que no me entusiasma especialmente, pero se sigue manteniendo.

—¿Habéis hablado? —cuestiona.

—Sí, pero de nada importante, salvo una cosa.

Me pregunta por ella y, sin rodeos, le cuento sobre la sorpresa que se llevó al verlo y que pensaba haberlo perdido, al igual que cuándo creía que había sucedido.

—Y me he asomado antes de irme, y...

—¿Y...?

Vuelvo a resoplar y se lo explico, porque eso ha sido justo lo que ha provocado que lo creyera. Ahora solo hace falta saber quién es esa ella de la que hablaba con el osito de peluche, su verdadera identidad, y dejar de referirme a ella como la fantasma, porque no creo que su madre la llamara así.

—Bueno, ahora me toca a mí —dice por el interfono.

Me preparo mentalmente para lo que pueda escuchar, porque puede ser cualquier cosa, desde un atropello a un cervatillo que cruzaba la carretera a una caída al valle que hay entre la ciudad y Willow Town. Aunque creo que nada de eso explicaría lo del colegio.

—Adelante.

—No. Espera. Mejor cuéntame la maldición.

Tiene que estar bromeando. Íbamos a tratar el tema de la familia Wadlow y Statham, no de la maldita historieta que rodea de misterios, muertes y asesinatos de la Academia Willow. Esto no entraba en mis planes.

—Te la sabes de sobra, Patty. Es una tontería que...

—Tú hazlo.

Bufo, porque sé que tendré que hacerlo de todas formas; si a la señorita Patricia Valentine se le mete en la cabeza una idea, reza todo lo que sepas para conseguir sacárselo. Y, si eres ateo desde los principios de tus cimientos, buena suerte. Pero, aunque yo me sepa alguna que otra oración por culpa de mi familia religiosa, no voy a hacerlo. Como le dije a mi madre, Dios no existe o, al menos, me odia.

SeleneOnde histórias criam vida. Descubra agora