Capítulo 5

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El ver que ahora María estaba a mi servicio me alegraba, así ya al menos era una víctima menos de Edna, sabía perfectamente que no podía salvar a todas las criadas de mi hermana, pero, aunque esto sea un tanto egoísta, llenaba de júbilo mi corazón el tener a aquella hermosa doncella cerca de mi, jamás lo había imaginado, tenerla tan cerca de mi, yo nunca había tenido la suerte de mi dulce hermana menor, no sabía cómo ni por qué, quizá simplemente Dios tenía planes distintos para mí, yo siempre había seguido las órdenes de mis padres sin rechistar, y a pesar de tener más libertades que mi adorada Madi, ella había tenido la posibilidad de estar con la persona que ama, la había tomado y la hizo suya, me partía el alma el saber que aquella noche en el burdel de aquella mujer, recostada en una cama de paja, llorosa y temblorosa, con el bello rostro surcado por las lágrimas ya secas y algunas que aún escapaban de sus preciosos ojos y con el tocado deshecho, desaliñada y abrazada por su amado sería la última que la pudiera ver, sentí que involuntariamente salían un par de lágrimas de mis ojos, con la mayor discreción que pude las limpié, levanté el rostro para observar a mis criados, "mis criados" una frase nueva en mi vocabulario, el joven en medio de ambas doncellas y al frente habló - Moussier Lucas, hemos venido a presentarnos ante usted, a partir de hoy tenemos el gran honor de servir al hermano de su Alteza la princesa Madeleine Bellerose, futura reina de Francia- mis labios se fruncieron con desagrado, intenté cambiar rápidamente esa expresión, ellos no eran responsables de las actitudes de Edna, tan solo eran criados que obedecían las órdenes de los reyes, sonreí a los criados y di las gracias, rápidamente el joven se acercó a mí con ambas doncellas siguiendo sus pasos, instintivamente lleve la mano a mi espada al tiempo que daba un paso hacía atrás, listo para atacar, pero al ver las miradas desconcertadas de los criados y recordar dónde me encontraba, retire la mano lentamente del cinturón, me enderece y alce los brazos a los costados como había visto que Madeleine hacía cuando le tomaban medidas o probaban un vestido nuevo, los criados se acercaron a mi y ágilmente comenzaron a quitar mis viejas y pesadas prendas de lino y cuero, mi atuendo de caballero, y rápidamente las sustituyeron por sedas y terciopelos, está ropa era ajustada en las piernas y con bombachos en los hombros y muslos, me sentía extraño, me faltaba peso, me sentía casi desnudo y con más calor, pronto mi apariencia había cambiado, me hicieron sentar en un banco frente al tocador, dónde una de las criadas se dispuso a arreglar mi castaño cabello, aplicaba aceites aromáticos que desprendían dulces aromas cada que movía sus dedos entre mis cabellos para peinarlos, yo no estaba acostumbrado a esto, recordaba que en algunas ocasiones cuando estaba en la habitación de Madeleine esperándola, ella se sentaba en un banco justo como en el que me encontraba sentado yo en este momento, dejaba que su criada la peinara y me veía a través del espejo, moví los ojos ligeramente a la derecha , justo como ella hacia para poder ver mi reflejo, con su hermoso rostro sereno, siempre siguiendo las órdenes que le daban nuestros padres, era el orgullo de la casa Bellerose, la rosa más bella del clan, el recordarla y recordar los pequeños detalles de nuestra anterior vida, de antes de que ella se comprometiera oficialmente con el príncipe y luego de marchara para jamás regresar, hacía doler mi corazón, no sabía sí en algún momento dejaría de sentir este dolor, la ausencia de mi adorada hermana provocaba un vacío en mi alma, y al final, no había perdido una hermana, sino dos, Madeleine y Edna, que al convertirse en la nueva princesa y tomar el nombre de nuestra hermana, había desaparecido la tímida niña que alguna vez fue dejando a un monstruo egoísta y superficial en su lugar.

Estaba tan concentrado en mis pensamientos y en mis hermanas, que no me había dado cuenta de que ya no había ninguna criada peinadome, ví mi reflejo en el enorme espejo rectangular, no parecía yo, parecía un principe o alguien de la nobleza, pero no el caballero que hasta hace un día aún era, ahora era Lucas Bellerose, consejero de la reina, no sabía bien en que consistiría mi nueva labor, pero estaba agradecido con Dios y con la reina por esta oportunidad, así podía escapar un poco de todos los recuerdos con Madeleine, pero ahora, lograba entenderla un poco más, ahora era a mí a quien atendían, quién daba órdenes y que tenía criados que las obedecían; constantemente me preguntaba dónde se encontrarían Madeleine y Jules actualmente, tal vez podría conseguir salir del palacio e ir al burdel de Lorriane, estaba casi seguro de que al menos ella sabría más que yo. Me levanté del banco, solo estaba el joven criado, las doncellas no a encontraban, y tampoco mi antigua vestimenta ni mi espada, y antes de que pudiera preguntar, el criado hablo -las doncellas se han llevado su ropa y su espada mi señor, después le traerán su espada, fue enviada con el herrero a qué la arreglen para que sea un arma digna de un caballero tan noble como lo es usted, y ahora, sí me hace el enorme honor de seguirme, debo llevarlo con su Alteza, nos dijo que quería verlo una vez que estuviera listo- por unos segundos no supe que decir, no estaba acostumbrado a que me hablaran con tantas formalidades, intenté recordar lo que diría Madeleine, de seguro ella daría las gracias al tiempo que asentía, para luego seguir al  criado, y eso fue lo que hice, una ves que este abrió la puerta pase por ella, recordar todo lo que Madeleine hacía normalmente en casa sería mi salvación en estos momentos.

El rosal marchitoحيث تعيش القصص. اكتشف الآن