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CALUM

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CALUM

        La primera vez que David Brittson me grito fue cuando yo tenía siete años, recuerdo que estábamos saliendo de uno de mis juegos de hockey y me detuvo en el estacionamiento para gritarme lo ridículamente inepto que había sido en la pista de hielo. Yo entendí porque me grito, había fallado dos tiros,  merecía que me gritaran.

Luego los gritos continuaron. Por colocarme frente al televisor mientras él estaba viéndolo, por pedirle ayuda para mis tareas, por pedir dinero, etcétera. Yo entendía porque lo hacía, creía que era mi culpa y que por eso  merecía que me gritarán.

Con el tiempo aprendí a leerlo, a entender cómo estaban sus emociones para saber cómo actuar a su alrededor. Así evitaba molestarlo.

Nunca me había golpeado hasta esa noche cuando con varios chicos del vecindario estábamos jugando afuera, cerca de los autos. Recuerdo que en las noticias habían anunciado que unos hombres habían sido demandados por violencia policial, los oficiales resultaron ser  David y su compañero.

El pánico que sentí cuando lo vi caminar hacia mí, tambaleándose y maldiciendo con palabras arrastradas, fue único. Mis amigos salieron corriendo apenas lo vieron, yo quise hacer lo mismo pero sabía que eso solo lo enojaría mucho más. Así que me quedé quieto esperando y pidiendo que nada malo ocurriera. Él estaba ebrio y molesto, quería algo con quién desahogarse.

Yo era ese alguien.

La mirada que tenía esa noche es algo que jamás voy a olvidar, él podía estar lo suficientemente ebrio como para no poder caminar. Pero estoy bastante seguro de que sabía lo que hacía cuando levantó la botella y la partió en el lado izquierdo de mi cara.

David no hizo nada para intentar ayudarme, no llamó a las ambulancias, ni siquiera me dió un pañuelo para detener el sangrado o ayudarme en el. Solo me vio tirado en el piso, llorando y gritando por mi madre.

Pude haber quedado ciego.

Pero a él no podía importarle menos.

Cuando mi madre llamó a la ambulancia me hizo decirles que había sido mi culpa, que estaba corriendo y no ví por dónde iba y me estampe contra una ventana muy débil.

—Patrick me entregó los informes sobre tu desarrollo.

Alejo la mano del pómulo izquierdo, donde tengo la cicatriz, y me cruzo de brazos mientras lo observo desde el asiento que está frente a la gran silla de cuero de su oficina.
Detrás de él reluce todas sus medallas y condecoraciones, tiene algunos estantes cubiertos de libros y alguno que otro trofeo. No hay ni una foto mía o de mi madre. Solo de él.

Midnight Memories [Español]Where stories live. Discover now