2. Un falso destino

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Tres horas después, el centro del patio había sido despejado para recibir a la nave de su nuevo cliente. Adso se encontraba ante el hangar, con el deslizador limpio y preparado, un par de cajas de suministros, dos droides de reparación, la unidad ID9 y un petate colgado del hombro. Llevaba las gafas de ingeniería sobre la frente y se había cambiado de ropa, sustituyendo el mono manchado de grasa y combustible por una chaqueta de cuero al estilo corelliano, gris oscuro, y unos pantalones azul marino llenos de bolsillos y correas donde escondía una variedad enfermiza de herramientas.

Sus ojos se iluminaron al ver la nave aterrizar y dio una orden a los droides para que transportaran las cosas hacia la rampa cuando esta bajó a la altura del suelo.

Adso miraba la nave maravillado cuando Raseri bajó de ella.

—Es un T-70A Specter. Una de las naves más bonitas que conozco. Es de los astilleros Zeltros, tiene dos motores corellianos con núcleo de ion —comentó impresionado, observando el vehículo desde abajo. Al fin, como si su presencia allí fuera testimonial, volvió a mirar al desconocido, obligándose a ello. Tuvo que recordarse que era eso: un desconocido—. No me has dicho quién eres —dijo directamente, dispuesto a solventarlo.

Su ánimo parecía algo más confiado. Había pasado tres horas convenciéndose de que aquello era una buena idea e ignorando la vibración desagradable que aún le molestaba en el fondo de su mente.

—Raseri... —El sith titubeó. Su apellido era algo casi olvidado, y resultaba mejor así—. Raseri, a secas. Y sí, es una buena nave. Os ayudaré a cargar todo.

—Yo soy Adso Reth —se presentó, recordando vagamente los modales que debieron enseñarle de niño, pero no le tendió la mano.

De buena gana aceptó la ayuda de Raseri. Tras cargar el último cajón de suministros se quedó un instante en el pie de la rampa, observando las puertas del taller y su casa como si estuviera a punto de cambiar de opinión. Raseri sintió el titubeo, le vio sacudir la cabeza y darse la vuelta, como desechando una mala idea, antes de entrar en la nave.

Durante las primeras horas de viaje, Raseri cerró la cabina y no le prestó la mínima atención a Adso, embelesado con su nuevo juguete. A veces escuchaba a los droides moverse de aquí a allá, y le alegró contar con uno propio. Cuando el mecánico se diera cuenta de todo podrían darle problemas. Uno de esos cacharros era capaz de sabotear algo mientras se encargaba de los demás. Saliendo ya del sistema, se paró a pensar en todo lo sucedido mientras la nave se conectaba suavemente a una ruta comercial, pilotándose automáticamente. Había cumplido su misión en un tiempo excelente. Nadie le había visto llevarse al mecánico. Sin escenas, sin sables, sin nada que pudiera levantar sospechas. Y no había sido por falta de ganas de destrozar a la rodiana y verter su sangre en los motores del desguace. Pero ya volvería a por ella. De hecho, lo adecuado sería mutilarla. Que se gastara sus doscientos cincuenta créditos en otra pierna biónica, sí.

Se levantó, estirándose. La cuestión era que la Señora Suprema estaría satisfecha. Recibiría alguna recompensa, además del honor que suponía. Puede que incluso le felicitara. Con palabras. La imagen mental de la mujer dándole una palmadita en la espalda hizo que por un momento le flaquearan las piernas de terror. No, no, se conformaría con la reputación que eso iba a darle.

Salió de la cabina y fue hacia los refrigeradores para buscar algo de beber. No solía tomar alcohol, pero el día lo merecía. Llevó un par de vasos y una botella de sidra del corredor de especias hasta donde estaba Adso.

El mecánico se había mantenido ocupado, primero disfrutando de la visión de la nave por dentro. Alguien como él solo podía soñar con tener la suerte de reparar una joya como esa, pero encontrarse en el interior era una buena oportunidad para tomar buena nota de los acabados y el equipamiento de un cacharro como aquel. El tiempo a solas fue un alivio. Se quedó con sus droides en la bodega de carga, colocó los suspensores magnéticos al deslizador y empezó a trabajar en él. Si algo tenía Adso Reth, es que era eficiente y metódico. Si su nuevo cliente ganaba esa carrera podría sacarse un pellizco extra y empezar a soñar con una mayor independencia, así que no tenía mucho tiempo si la competición era en tres días. El viaje le daba un día para cambiar las piezas inservibles y restaurar las que aún podían tener cierta vida útil.

Tentado por la oscuridad [Star Wars] (OCs/Obikin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora