13. Confianza

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Coruscant


Palpatine sintió la presencia de Anakin antes de que este golpeara la puerta de su despacho, pero esperó, sonriente, repasando unos documentos. No se levantó al escuchar el rítmico sonido de los nudillos.

—Sí, ¡adelante!

El muchacho habló desde fuera, en voz baja.

—¿Está ocupado?

—Para ti no, hijo.

Solo entonces entró el padawan, cerrando la puerta tras él. Sonrió con timidez al senador y tomó asiento cuando este le invitó a ello con un gesto de la mano. Palpatine abrió un cajón y sacó una caja de cartón de colores chillones, dejándola sobre la mesa.

—Toma, come unos bombones. Son una delicia de Ciudad Capital, pero a mí me dan acidez. Ya sabes, la edad. ¿Qué sucede?

Anakin no se lo pensó dos veces antes de llevarse a la boca uno de los redondos bocados de chocolate, comprobando enseguida que estaban rellenos de algo alcohólico.

—¿Sabe algo del mandaloriano?

Palpatine suspiró, bajando la mirada, como si le costara encontrar las palabras.

—Me temo que sí. Llegamos tarde.

—¿¿El secuestrado estaba muerto??

—No, no. Pero ya le han convencido. Él y otro hombre, seguramente su maestro, atacaron al mandaloriano.

—¿Y qué pasó? Los mercenarios de su clase no escapan abandonando su objetivo.

—Anakin, cuando me comunicó lo que sucedía, yo mismo le dije que abandonara la búsqueda. ¿Cómo crees que hubiera acabado? Alguien hubiera muerto, hijo. Y no quiero ninguna muerte en mi conciencia. Ese chico ha elegido su camino.

—¡No ha elegido nada! ¡Se lo llevaron sin que supiera a dónde, le han lavado el cerebro!

—Alguien podría decir lo mismo respecto a ti, si lo piensas.

Anakin cerró la boca de golpe, apartando la mirada y tomando otro bombón. Le llevó su tiempo volver a hablar.

—No entiendo cómo ha podido unirse a ellos.

—Ni yo. A veces creo que... Bueno, da igual.

—No, dígamelo.

—Da igual, es una tontería. Incluso una barbaridad.

—Yo digo muchas, no pasa nada.

—Bueno... A veces pienso que, si la gente se queda por voluntad propia, puede que esas academias no sean tan terribles. Puede que se parezcan a la nuestra, en cierto modo. Jóvenes aprendiendo a luchar, formándose, intentando hacer lo correcto, sea adecuado o no.

El pitido del comunicador sonó justo cuando el sith acababa de hablar. Le hizo un gesto de disculpa a Anakin que, asintiendo, salió del despacho. En cuanto lo hizo, el pitido cesó. Palpatine prefería que pensara en ello estando solo. Si conversaban, la semilla se abriría antes de que el cerebro del muchacho la abonara lo suficiente.


Bajos fondos. Unas horas más tarde

El sol de Coruscant aún no se había ocultado, pero al submundo nunca llegaban sus rayos. La noche perpetua de los niveles más bajos de la megalópolis se iluminaba con el brillo de los neones. La insana niebla que se condensaba allí, donde el oxígeno llegaba a duras penas, resplandecía con los colores de los carteles y las farolas, otorgando un aura entre mágica y fantasmagórica al inframundo de Coruscant.

Tentado por la oscuridad [Star Wars] (OCs/Obikin)Where stories live. Discover now