10. El alquimista

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Nathair sintió la cálida piedra bajo los pies cuando se quitó las botas. Allí abajo, en las entrañas de Korriban, solo se escuchaba el murmullo de las aguas subterráneas que nutrían las antiguas termas. El vapor cubría el suelo, teñido de la iridiscencia azul que emitía el agua caliente de las piscinas excavadas en la roca. Todo en ese lugar estaba cincelado en la misma tierra, excavado hasta revelar las formas de las piscinas y las columnas que reposaban sobre las estatuas encorvadas de los misteriosos encapuchados que parecían sostener las pesadas bóvedas.

No dejaba de ser un templo. Un lugar sagrado, como cada porción de tierra en Korriban. El agua se filtraba a través de la piedra, imbuida del fulgor de los minerales que se acumulaban en cristales dispersos entre las grietas de la roca oscura. Allí abajo no necesitaban luz artificial, no había nada que interfiriese en los sentidos. Era el vientre mismo de la tierra, un lugar adecuado para la meditación y la conexión profunda con la Fuerza. Y uno de los escondites favoritos de Nathair cuando se trataba de citarse con Raseri.

El alquimista había llegado antes, pero era paciente. Saboreó la anticipación mientras se despojaba de la capa y la dejaba caer sobre el suelo de roca, descubriendo los pálidos brazos tatuados y la figura estilizada ceñida por la toga como si tuviera público.

Raseri entró a las termas tecleando el código y esperó a que la puerta se cerrara tras él. Ya venía descalzo y la única tela que tocaba su piel era la de una fina túnica de lino, negra, como todas sus prendas. Pasó al lado de Nathair ignorando su existencia a propósito y se inclinó para meter la mano en el agua, comprobando la temperatura.

—Veo que no has perdido la costumbre de moverte como si toda tu vida fuera televisada por la Holored. Pues pareces un porg arrancándose la plumas de la estación fría...

Nathair resopló una risa por la nariz, tirando de los brazales que cubrían sus antebrazos con el mismo ademán lánguido y sensual con el que se había quitado la capa. No se apresuró, no se arrancó las prendas ni cambió de actitud. Fue desnudándose hasta quedar solo con la larga falda negra prendida a su cintura.

—Eso deja tus gustos en una categoría muy turbia... ¿no crees? Demasiado incluso para ti... —dijo acercándose con una media sonrisa, tocándole el pelo de la nuca aprovechando su posición—. ¿Has tenido un mal día?

La voz de Nathair era suave y melodiosa. Todo en su aspecto era engañosamente delicado, salvo, tal vez, la mirada afilada de sus ojos, que ahora se posaban sobre Raseri con cierta indolencia.

—Si. He estado en el pueblo y me han servido cerveza aguada en un vaso sucio —suspiró Raseri, irguiéndose—. Después un mandaloriano y mi madre como colofón. Necesito relajarme... y para eso, nada os supera a ti y a las termas —acabó acercando la boca al cuello de Nathair para repasar con la punta de la lengua la fina línea de uno de sus tatuajes.

El alquimista ladeó ligeramente la cabeza con un ademán indulgente, mostrándole el largo cuello. Los tatuajes sinuosos bajaban hasta unirse con las líneas que adornaban sus brazos y se unían a los dibujos de su rostro. Aún tenía el pecho y la espalda libres de dibujos, pero al ritmo que iba tardaría pocos años en verse cubierto por ese extraño entramado de líneas y bordes afilados.

—Cuánta desgracia... —dijo con tono teatral, rozándole la oreja con los labios, esbozando una sonrisa sesgada—. Pero no te preocupes... Tu porg está aquí para consolarte.

Nathair posó una de sus manos sobre el pecho de Raseri y le brindó una caricia lenta y sutil. Su otro brazo le rodeó la espalda, los dedos largos y hábiles le peinaron con un gesto protector, deslizándose por la larga mata de cabello. La mano en su pecho bajó con un roce más intenso hasta la cinturilla de la tela para tirar de ella lentamente.

Tentado por la oscuridad [Star Wars] (OCs/Obikin)Onde as histórias ganham vida. Descobre agora