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A la mañana siguiente, Raseri se levantó temprano para solicitar un pequeño banquete en las cocinas. Había mandado un mensaje a sus estudiantes: la clase sería en el comedor. Durante la media hora previa a la llegada del que fuera más madrugador se dedicó a colocar comida en una mesa alargada, dispuesta en bandejas. Fruta variada, filetes y pescados, cuencos altos que desbordaban pasta y al final del todo, sopas y guisos humeantes.

Adso llegó más pronto de lo esperado. Su maestro lo supo antes de que cruzara la puerta, como si un nubarrón oscuro hubiera ocultado repentinamente la luz del sol. La presencia densa del aprendiz se extendía como una mancha de alquitrán. Acudía vestido con prendas nuevas; un arnés sobre la camisa negra de tela elástica sin mangas, el ancho cinto que ceñía su cintura con varias correas, y unos pantalones de cuero rematados por unas botas del mismo material, atadas hasta casi las rodillas. Al aparecer, se detuvo ante la mesa y observó la comida con un gesto desconfiado, caminando alrededor hasta detenerse tras una de las sillas.

A su maestro lo miró en último lugar, con un rencor fuera de lugar ardiéndole en las pupilas.

—¿Qué celebramos? ¿Que has follado esta noche? —preguntó en un tono venenoso. En su cabeza una vocecilla racional le gritaba que se callase, pero no le costaba ignorarla. Había pasado la noche intentando calmar su enfado, pero tener a Raseri delante daba al traste con todos sus esfuerzos—. Pensaba que eras más celoso de tu intimidad. Que la uses para intentar joderme me sorprende, pero si pretendías no dejarme dormir, te felicito: te ha salido de puta madre.

Tenía que haber sido él. La conexión había sido demasiado fuerte, sin duda tenía que ver con algún truco de Raseri, no habría podido ver eso si él no hubiera querido que lo viera... ¿quería humillarle? ¿Pretendía ponerle celoso? Pues eso no iba a ocurrir. No estaba celoso, no era eso, estaba cabreado, no tenía que ver con saber que se frotaba con ese tipo, ni con el placer que le había producido, que ni siquiera era suyo, ni con la absurda inseguridad que eso le había provocado. Eso se repetía, porque los celos debían ser otra cosa. Él nunca los había sentido, por nadie.

—¿Qué? —Raseri tenía el ceño fruncido desde que había percibido el indignado caos de sus sentimientos, pero la expresión de sorpresa fue franca—. ¿Te llegaron mis pensamientos? Vaya. Una conexión muy notable. Rara de ver. Tendrás que aprender a desconectarla, porque no me hace ninguna gracia tenerte curioseando todo el día. Deja tus manías persecutorias de lado, al menos conmigo. Tengo otras muchas formas de joderte que no implican a terceros. —Acabó mirándole de arriba abajo, fijándose en sus ropajes nuevos—. Y muestra un poco de respeto. Soy tu maestro, no tu compañero de borracheras o tu pareja.

Adso enrojeció y ni él mismo supo si era de vergüenza o indignación. En su interior todo se retorcía de una forma confusa y desagradable. Tomó aire por la nariz y resopló.

—Sí, maestro —dijo entre dientes. Lo mejor era callarse, dejarlo ahí, pero tras unos segundos de silencio, volvió a hablar con un tono contenido esta vez—. No me llegaron tus pensamientos, me llegó todo. Y a mí tampoco me hace gracia, no quiero saber qué haces con tu vida ni con quién follas —escupió las palabras, cerrando las manos en el respaldo de la silla que tenía delante—. Eres mi maestro, eres tú quien debe enseñarme, ¿no? ¿O solo usas ese título para lo que te interesa? ¡Ni siquiera sé cómo pasó! ¿Cómo pretendes que aprenda a pararlo?

Que eso ocurriera sin más, además, le asustaba.

—Tienes razón. Esta tarde iremos a las cámaras de meditación. Te ayudaré a controlarlo. Pero la ira y el despecho que sientes ahora mismo es problema tuyo, en exclusiva —respondió Raseri sin alterarse, con los brazos tras la espalda.

Antes de que pudieran añadir algo, los niños llegaron. Todos y cada uno clavaron la vista en la comida, con más desconfianza que hambre... y tenían mucha hambre. Adso aún estaba aturdido por el hecho de que su maestro le hubiera dado la razón. Con los niños ya presentes y la perspectiva de la ayuda de Raseri, el aprendiz fue más capaz de controlarse, aunque la ira y el despecho siguieran ardiéndole en el estómago.

Tentado por la oscuridad [Star Wars] (OCs/Obikin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora