7. Sobrevivir

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El sol empezaba a iluminar la ventana de la habitación con la luz roja y polvorienta del amanecer de Korriban. Adso abrió los ojos con un gran esfuerzo. Le dolía hasta el alma y el descanso apenas le había ayudado a recuperarse de la terrible noche. Se sentía débil y febril y los sueños agitados de las horas en las que había conseguido dormir no le habían dejado descansar en condiciones. Su mente aún intentaba encajarse, mezclando sus propios sueños y vivencias con parpadeos de las terribles imágenes que le habían asaltado desde la mente de Raseri; los dientes afilados de Khidra, el dolor, el sexo agónico, el miedo, el odio... el poder.

Adso parpadeó, con la mirada perdida en las sábanas mientras regresaba en sí. Las manchas de sangre seguían ahí. Era su sangre y, mezclado con su olor herrumbroso, el perfume de Raseri destacaba como una nota oscura en el ambiente. Lo tenía pegado a su cuerpo. Recordar los jadeos en su oído y el tacto húmedo de su piel le retorció las entrañas de asco. Pero era aún peor recordar sus propios gemidos reverberando en la habitación, el placer salvaje que había constreñido sus venas y le había rendido a su secuestrador. Pensar en ello le dejaba sin aliento.

«¿Cuántos te estarán oyendo gemir?».

Un escalofrío le recorrió de arriba abajo. Aún se encontraba en shock, le costaba pensar con claridad en lo que había ocurrido. Recordar lo que había sentido en las garras de su nuevo maestro era contradictorio, atrayente y doloroso al mismo tiempo, pero la sangre en las sábanas le sirvió de revulsivo y le hizo reaccionar. Al ponerse en pie, un latigazo de dolor le quemó las entrañas. Las piernas se le aflojaron y estuvo a punto de caer al suelo. Apretó los dientes y se mantuvo en pie, tozudo. Tiró de las sábanas sucias y las arrancó de la cama embutiéndolas con rabia en el compartimento metálico de la lavandería.

—Hijo de puta —resolló, golpeando la tapa con tanta fuerza que la hizo rebotar. Se apoyó contra ella, recuperando el aliento y cerrando los ojos al sentir una punzada de dolor.

«¿Esto es lo que me espera...?», pensó amargamente, acariciando la tentadora idea de derrumbarse. Podría usar el reedug que le quedaba, dormirse y no despertar de nuevo en aquella pesadilla. Tenía herramientas afiladas con las que podría abrirse las venas. Podía...

¡Bipbipbip!

Un pitido insistente le hizo volverse. Idin flotaba ante él, ajustando su lente con giros nerviosos y agitando los brazos metálicos que colgaban de su aplanada cabeza. Verle entero le provocó un alivio indescriptible.

—Estoy bien, tranquilo —calmó a su amigo, acercándose para comprobar que estaba de una pieza.

Recordó a Raseri, agarrándolo y amenazándole, y sintió que un calor iracundo le subía hasta el rostro. Se apartó del droide, abriendo el armario para buscar el medpac con gestos bruscos.

—No voy a darte el gusto de verme destrozado. Maldito cabrón —jadeó entre dientes.

La rabia y el orgullo le hicieron reaccionar, y no pensaba soltarlos. No solo tenía el miedo, y no solo tenía el dolor. No se dio tiempo para seguir pensando. Se curó las heridas superficiales con el bacta, maldiciendo entre dientes a Raseri, y se metió en el baño. Se abrasó la piel bajo la ducha, arañándose al frotarse intentando sacarse de encima el olor que tenía pegado.

Cuando hubo terminado, con la piel enrojecida y la mente más centrada, se puso el uniforme negro que le entregaron, calándose la capucha antes de salir de la habitación. Caminó erguido por mera terquedad, pero tenía que encoger el estómago y era incapaz de disimular cierta cojera. Aun así, testarudo y rabioso, avanzó por los pasillos. No tardó en ver a Raozz, el adolescente zabrak cuyo odio se había ganado el día anterior. El muchacho le dirigió una mirada ardiente y siguió su camino hacia los sótanos. Adso fue tras él sin pronunciar una palabra.

Tentado por la oscuridad [Star Wars] (OCs/Obikin)Where stories live. Discover now