16. Indeleble

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"Aquello que no puede ser borrado ni olvidado."

Lunes, 16 de noviembre de 2020.

12:32.

Apreté con fuerza el asa de mi mochila que colgaba sobre mi hombro mientras dirigía la mirada al suelo intentado no tropezar por las escaleras.

—En el ejercicio siete del examen, la respuesta era a —recordó Esther mirando angustiada sus apuntes.

—Creo que marqué la respuesta c —hablé dubitativa mientras miles de estudiantes chocaban con mis hombros tratando de llegar a sus clases.

Gruñó.

—¿¡Enserio!? —resopló mirando al cielo.

—Vamos Esther es un examen, además habrá recuperación, supongo —encogí mis hombros desinteresada.

Sabía que mis notas no estaban yendo del todo bien. Y como consecuencia me frustraba más de lo que estaba. Tantos exámenes y tantas notas que después acabarían perdidas en una papelera. Mis padres no estaban muy contentos con la idea de que fuese a suspender alguna asignatura, pero les convencí de que en el siguiente cuatrimestre me esforzaría más. O eso creía.

Suspiró.

—Pero me enfurece tener que volver a estudiar tantos temas.

Negué con una media sonrisa.

—Ya lo sé, pero podrías... —callé al notar la mano de Esther en mi pecho haciendo que mi cabeza girase hacia ella confusa.

La vi mirando al frente, con la boca entreabierta y ojos sobresaltados. Fruncí el ceño llevando mi mirada hacia la dirección donde ella observaba y ya supe porque estaba así. David se estaba acercando a nosotras.

—Creo que me voy a desmayar —murmuró Esther—, ¿Tengo algún moco? —giró hacia mi enseñándome sus fosas nasales.

Me separé un poco de ella.

—Qué asco, Esther —miré sin descaro para ver si tenía algo—. No tienes nada.

David estaba cada vez más cerca de nosotras, con su característico aire de superioridad, creyendo que por tener a algunas chicas detrás de él, era un dios griego. Peinó su pelo con delicadeza haciendo que varios mechones de su cabello castaño cayesen sobre su frente.

Antes de hablar nos mostró una gran sonrisa dejándonos ver su blanca dentadura. No iba a negar que David era guapo, parecía sacado de revista, pero su actitud era una mierda.

—Hola chicas —llevó sus manos a los bolsillo de su pantalón con seguridad.

—Hola, David —contestó Esther con una sonrisa coqueta.

—Este viernes hay una fiesta, y me gustaría que vinieseis.

Noté en mi brazo un pinchazo agudo, haciendo que sobresaltase. Vi de donde venía el dolor, era Esther agarrando con fuerza mi brazo e hincándome sus largas uñas rojas. Suprimí el dolor mordiéndome el labio inferior.

—Sí, claro, nos encantaría ir —habló en una voz dulce Esther.

No era muy partidaria de las fiestas. La idea de estar moviéndome entre tanta gente sudada sujetando un vaso de no se qué, lleno de alcohol, me parecía algo aburrido. Lo típico era emborracharse y pasarlo bien, sin embargo yo me quedaba en un sillón apartada viendo tías dejando sus bragas en el suelo y tíos quitándose sus calzoncillos sin escrúpulos.

No quería ir a la fiesta. Sabía que no iba a estar cómoda, pero preferí contestar con una sonrisa fingida tratando que creyese que era de verdad.

—Bien, pues os veo el viernes —ladeó su cabeza mirando a Esther—, estás muy guapa hoy, Esther —guiñó su ojo antes de irse.

La habitación de enfrenteWhere stories live. Discover now