32. Eviterno

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"Que tiene principio pero no fin."

Damián.

Miércoles, 17 de febrero de 2021.

20:29

—¿Qué haces acostado en mi cama? ¿Y con mi libro? —me señaló amenazante dirigiéndome una mirada con rabia.

—¡Hola Marina! ¿Cómo estás? Yo bien, aquí leyendo este maravilloso libro hasta que llegó una loca despeinada a molestarme —contesté con ironía sin levantar la mirada del libro.

Por un segundo la miré, delante de mí con una sonrisa burlona.

—Eres imbécil —escupió irritada.

Sabía que Marina podía darse media vuelta e irse, pero no quería hacerlo.

—Siempre dices el mismo el insulto —mascullé jocoso.

Me acomodé intencionadamente sobre su cama, notando su atenta mirada sobre mí.

—Porque siempre lo eres —guiñó uno de sus ojos—. ¿Qué libro es?

Reprimí una sonrisa al ver su interés. Con cautela se acercó a mí para observar mejor.

—Orgullo y prejuicio. Es la segunda vez que lo leo.

—Ah, ¿pero estabas leyendo en serio? —se hizo la sorprendida.

Giré los ojos.

—Qué graciosa —volví a utilizar el sarcasmo.

—Es broma, tonto —se acostó en las esquina de la cama.

El pijama del hospital le quedaba algo holgado pero aún así estaba preciosa. Debajo de sus ojos se encontraban unas bolsas provocadas por el cansancio de tanto estar en el hospital. La entendía tanto...

—Yo solo me lo leí una vez.

—Creí que te lo volviste a leer.

—Es que la segunda vez alguien interrumpió mi lectura y no pude continuarlo.

¿Así que Orgullo y Prejuicio? —le pregunté notando el corazón bombeando con más fuerza.

Ah, sí hizo una pausa mientras pasaba las páginas del libro—. Me lo estoy leyendo por segunda vez.

—Pues todavía tienes tiempo para retomarlo.

—Eso haré —chasqueó sin levantarse de ahí.

—¿Dónde has estado metida? —cuestioné con una mirada inquietante.

Con cuidado dejé el libro sobre mi regazo para tener una mejor visión de ella.

—Tenía cita con el neurólogo y ya de paso fui a la cafetería a comer algo —se estiró con pereza—, ahora si me lo permites, me voy a dormir.

Abrí mis ojos sorprendido.

—¿Qué? Pero si son las ocho y media. ¿Tienes 4 años? —bromeé.

—No tengo nada mejor que hacer aquí, Damián —contestó con tristeza—. No tengo con qué despejarme.

—¿Y quieres despejarte durmiendo? —solté mirándole con diversión.

—Sí, es la única opción.

—Qué aburrida.

—¿Qué dijiste? —alzó ambas cejas a mi dirección.

La habitación de enfrenteWhere stories live. Discover now