27. Kalon

423 42 97
                                    

"Belleza más profunda que la piel."

Jueves, 31 de diciembre de 2020

11:43

—Odio la navidad. Todo el mundo feliz, con una maldita sonrisa creyendo que el año que viene será mejor que el anterior...¿Y sabes qué? Que será igual de mierda que este —se quejó Esther. Reí levemente mientras giraba la cabeza de un lado a otro.

—Eso es porque no la has disfrutado suficiente —contesté moviendo mi monedero de un lado a otro de mi mano mientras seguía los pasos de Esther.

Aunque parecía en ese momento que solo daba zancadas. Me esforcé todo lo que pude para llegar a ella, me despistaba dos segundos y ya estaba a veinte metros delante mía.

—Dime cómo disfrutarlo con 4 hermanos más pequeños que tú, que parecen unas ratas, y una madre obsesionada con la limpieza y el orden —exageró el movimiento de sus brazos intentado explicarlo. Solté una carcajada tras ver su cara de indignación y noté como me dio un leve golpe en el hombro.

—Pero eso último no es tan malo —enarqué una ceja a su dirección.

—Marina, mi madre me hizo volver a recoger todo mi cuarto porque dijo que había caído una mota de polvo y que podía mutar...¡Una mierda mota de polvo! ¡Mutar! —espetó recordándolo.

Reí tras haberla escuchado.

La razón por la que estábamos en el centro comercial dando mil y una vueltas, era ni más ni menos por Damián. No es que hubiese hecho algo ni mucho menos, aunque podría haberlo hecho siendo como es él, pero se había empeñado en que quería hacer un amigo invisible o algo por el estilo...

Oh venga, podríamos hacerlo —suplicó sacando su labio inferior. Sus ojos parecían los de un cachorrito.

¿Pero cómo vamos a hacer un amigo invisible dos personas? Si lo mejor de eso es no saber quien te lo da.

¿Y dónde están las reglas de que deben de ser más de dos personas? Además así nos libramos de saber quién nos ha dado el regalo, porque ya lo sabremos.

Negué la cabeza varias veces sin dejar de sonreír por la idea que le llegó a la cabeza.

De nuevo, salió de mi una sonrisa divertida, recordando aquel momento. No iba a negar que las ideas de Damián me gustaban, aunque a veces me dejasen con la boca abierta por lo locas que eran.

Intenté bostezar, pues tuve que levantarme temprano para venir hasta el centro comercial, pero noté una presión en mi muñeca procedente de Esther, sacó todas sus fuerzas para llevarme hacia ella. Era algo de lo que estaba acostumbrada, cada vez que Esther veía alguna prenda que le gustaba era inevitable hacerle parar.

Pero esta vez me sorprendí, pues no me llevó hacia una tienda de ropa ni nada menos. Dubitativa me acerqué al escaparate donde había miles de discos de segunda mano expuestos en ella. Inconscientemente llegó la imagen de Damián a mi cabeza.

—Me dijiste que a Damián le gustaba la música —habló Esther fijando su mirada en mi perfil. Asentí efusivamente mientras un sentimiento de alivio llegó a mi, tras saber que por fin encontraría un regalo para Damián.

La habitación de enfrenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora