3. Datsuzoku

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"Escapa de tu rutina diaria."

Lunes, 21 de septiembre de 2020.

23:00.

¿Pero este quién mierda se cree?

—Joder, que incómodas estas sillas —susurró algo molesto, ignorando lo que acababa de pasar—. Llevo aquí ya 5 años y sigo sin acostumbrarme a ellas —habló para si mismo echándose en la silla, buscando una posición cómoda, y dirigió su mirada hacia mí. Mientras yo seguía con el ceño fruncido.

¿5 años?

El corazón me bombeaba con tanta fuerza en ese momento, que creía que podría salir de mi pecho. Tragué saliva fuertemente.

Justo en ese momento, me puse a pensar...

¿Qué sería mejor, irme a leer mejor en la habitación de mi tía o seguir en ese aburrido pasillo? ¿Y si realmente ha venido aquí para reírse de mí? ¿Y si en realidad ha venido para decir que visto mal?

Finalmente decidí quedarme ahí, pues lo único que podía perder era la paciencia, además, quise pensar que lo que contestó hace menos de un minuto era cualquier tontería que soltamos cuando estamos nerviosos o yo que sé.

Por lo tanto, ignorando lo último que dijo, tomé de nuevo mi libro, y seguí leyendo.

Ignorándole, no volví a mirarle. Aunque podía notar de reojo como me miraba de arriba a abajo, durante unos largos segundos como si me estuviese inspeccionando, eso impedía que siguiese leyendo, solo trataba de mirar las letras de la página del libro sin entender nada de la historia...

Hasta que de un momento a otro corta el silencio tan tranquilo que había. Y maldita sea el momento en el que lo rompió.

—Sabes que este no es el lugar indicado para leer, ¿no? Se le llama biblioteca, te lo recomiendo —bromeó intentando aguantar la risa, con una mirada juguetona, mientras que mantenía su mirada en mi.

Vale, se acabó. Parecía que a ese chico todo le hacía gracia, y en ese momento lo que menos quería era reírme. Así que le dirigí una mirada molesta y bufé con fuerza.

Cerré el libro fuertemente y acto seguido me levanté para irme a la habitación de mi tía dándole una fugaz mirada.

Pero antes de irme tenía que decirle unas cuantas palabras, pues no quería quedarme callada.

—Y tú sabes que este no es lugar indicado para decir gilipolleces, ¿no? Se le llama circo, te lo recomiendo —espeté sarcásticamente, con una sonrisa falsa. Mordí mi labio inferior con fuerza.

Vi como levantó las cejas y abrió la boca, sorprendido. Me levanté con una falsa seguridad y con torpes pasos intenté dirigirme a la habitación de mi tía.

Pero justo en el momento en el que di la vuelta para irme a la habitación, escuché como soltó una enorme carcajada, que creí que hasta lo escucharon los enfermeros, y eso hizo que me molestase aún más.

De repente noté una presión en mi muñeca. Me había tomado de ella para seguidamente llevarme hacía él, quedando a pocos centímetros.

De dónde sacará la fuerza este chico... Pensé.

—Eres una aburrida —atacó. Tenía una sonrisa juguetona, muy parecida a la del primer día que le vi tras el cristal.

—Y tú eres muy gracioso —mostré una sonrisa sarcástica. Intentaba quitar su mano de la mía, pero tenía más fuerza que yo—. ¿Podrías soltarme la mano y dejarme ir? —tragué saliva nerviosa. No dejaba de mirarle fijamente a los ojos, algo molesta. Podía seguir viendo todavía una pequeña sonrisa en su boca, sin separar sus labios. Y antes de contestarme cualquier idiotez, me soltó:

La habitación de enfrenteWhere stories live. Discover now