28. Avenoir

331 43 185
                                    

"El deseo de poder hacer que la memoria avance hacia atrás."

Damián.

Viernes, 1 de enero de 2021.

06:51

Marina.

Marina.

Marina.

Qué bonito sonaba su nombre, ¿verdad?

Aún así decidí llamarla ladrona. Una torpe ladrona que no sólo me robó aquel sobre de azúcar, sino que consiguió robar también mi estúpido y aturdido corazón. El Damián de hace unos meses estaría dándome fuertes bofetadas en mis mejillas dejándolas con moratones, y seguro que estaría gritándome a la cara que soy un adolescente hormonado más, buscando frases en pinterest para dedicar, por lo que acababa de decir. Pero no me arrepentía de aquello en absoluto. No me arrepentía de haber conocido a Marina. La chica más seria y fría que había conocido en mi vida pero aún así descubrí que una vez la conocías y quitabas su armazón era la verdadera Marina.

Era diferente, destacaba entre las demás con su propia esencia, aunque no se diese cuenta, y eso era lo que más me gustaba de ella. Su sencillez.

Odiaba que le mirasen fijamente a los ojos aunque ella lo hiciese. No le gustaba alardear de las cosas que tenía ni mucho menos publicarlo en redes sociales. Le desagradaba los tomates, hasta tal punto que me hacía reír cuando se daba cuenta que su hamburguesa las llevaba. Amaba discutir de cualquier debate hasta que nos diesen las tantas de la madrugada...

Es jodidamente preciosa no te cansas de mirarla, aunque siempre te lo reprochará por habérselo dicho.

Me encantaba cada vez que trataba de peinar su cabello aunque al final no pudiese. O cada vez que se enojaba porque le interrumpían. Adoraba tocar su piel viendo como sus mejillas se tornaban a un color rojizo. La miraba con ese precioso brillo que siempre tenía y me podía quedar embobado por horas, sus ojos me hipnotizaban. Amaba la sensación que me transmitía cuando la abrazaba y la sentía en mí.

Me había perdido en la calma que emanaba. En su enorme corazón y valentía. En su seguridad. En sus labios que me sabían a paraíso.

Una estúpida sonrisa salió de mi boca por todo lo que estaba diciendo. Pero rápidamente desapareció cambiándose por un sentimiento de culpabilidad imposible de hacer desaparecer. Mi mente me estaba torturando en aquel instante, necesito verla, escuchar su voz...

Tenía que haberla obligado a quedarse conmigo...

Si no le hubiese dejado ir, no estaría aquí...

Todo es por tu culpa...

Sacudí mi cabeza evadiendo esos pensamientos pero era imposible. Noté una punzada en el pecho por todo el miedo que estaba aguantando. Tenía mis dedos casi en carne viva y no me quedaba uñas que morder.

El hospital no era el lugar favorito para ninguna persona y posiblemente, para los enfermeros y médicos también. Encontrar cada instante una persona nueva entrar por las puertas de urgencia, buscando ayuda, gritando o incluso a punto de desmayarse no era agradable de ver.

Pero si es justo lo que hiciste al llegar. Soltó mi subconsciente.

Moví los ojos de un lado a otro intentado distraerme con cualquier tontería que hubiese ahí.

La habitación de enfrenteOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz