4. Resilencia

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"La inefable capacidad que le permite a ciertas personas anteponerse a las adversidades."

23:55.

Siempre me había considerado una chica de poca confianza.

Nunca me había trasmitido seguridad eso de confiar en la primera persona que conoces ni en la segunda o tercera, para qué engañarnos era desconfiada de cojones. Pero que paradójico todo, ¿no? Pues en aquel instante seguía los pasos de un chico que apenas conocía de unos minutos.

Pero es que no mentía cuando decía que la confianza daba asco, aunque no del todo. Es como si das todas tus balas guardadas a una persona que sabes que esconde una pistola. Y ya no puedes hacer nada más que aguantar el momento en el que apriete el gatillo. Pero de eso se trata la confianza de saber con total plenitud que nunca utilizaría el arma para hacerte daño.

Aunque no siempre era así.

Desde que tengo uso de razón no he confiado en muchas personas. Observaba como las chicas de mi clase le contaban a sus amigas sus nuevos secretos con los muchachos con los que se había acostado. O como cuchicheaban en cada cambio de clase con tal de contar sus propios problemas. Mentiría si no dijese que el sentimiento de vacío se hacia más grande en mi cuando no me veía capaz de contarle a alguien mis problemas o preocupaciones.

Es como si el miedo y la soledad fuesen de la mano durante toda mi vida. Y lo peor era cuando llegaba el arrepentimiento, cuando sabes que no hay vuelta atrás y todo aquellos secretos, miedos y pecados contados no pueden ser borrados de esa personas las cuáles has confiado.

Esther me solía decir que si seguía viviendo así me quedaría sola, porque el temor solo me hacia echarme para atrás. Pero en ese instante parecía que cualquier pensamiento negativo incitándome a que volviese a la habitación de mi tía, se desvaneciese como por arte de magia.

Y por un momento me extrañó, me extrañó que mi mente no pensase en negativo por una vez en la vida.

—Todavía no me has dicho tú nombre, ladrona —habló el chico haciendo que volviese a la realidad.

—Marina. Me llamo Marina —carraspeé.

—Me gusta ese nombre —afirmó mirando al frente.

No iba a negar que algo en mí, se removió.

—¿Y tú?

—Adivínalo.

La ansiedad se intercalaba en mis huesos.

—No soy buena en las adivinanzas —reí nerviosa.

—Pues di nombres al azar —se encogió de hombros.

—¿Benjamín?

—¿Me ves cara de Benjamín? —preguntó incrédulo haciendo parar la silla de ruedas justo enfrente mía.

Pero justo antes de que me riese por su pregunta salió de una de las habitaciones que había justo a nuestra izquierda una enfermera de gran melena rubia que caía a sus espaldas con una gran sonrisa de oreja a oreja, pasando justo al lado nuestra.

—Hola Damián —exclamó en un tono alegre. Me pareció gracioso ver sus ojos achinados a medida que más sonreía.

Así que Damián...

—Hola Isabel —saludó Damián en un tono amable.

Dejó pasar unos segundos antes de hablarme.

—Damián. Me llamo Damián —habló. Asentí con una sonrisa como respuesta y este volvió a tomar las ruedas de su silla y seguimos el camino a no sé donde. La curiosidad me mataba cada vez más y necesitaba preguntárselo—. Aunque también puedes llamarme "el chico más sexy del Hospital"

La habitación de enfrenteWhere stories live. Discover now