26. Sarang

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"El deseo de estar con alguien hasta la muerte."

22:20

—¡Ladrona, traigo McDonald's y libros!

Esperé unos segundos tras recapacitar lo que acababa de ocurrir.

—¡Joder! —grité con fuerza detrás de la puerta expulsando todo el peso que había sentido hace unos minutos.

—No esperaba esa reacción por la sorpresa... —lo escuché decir.

Me alejé de la puerta y sin dejar de sujetar la sartén que llevaba en mis manos la abrí encontrándome con la figura de Damián.

Si no estuviese tan nerviosa en ese momento por todo lo ocurrido me estaría riendo de solo haber visto la cara de Damián. No sabría decir como estaba en esos momentos pero su rostro al verme cambió completamente.

—¿Qué cojones haces con una sartén?

Intenté normalizar mi respiración una vez lo vi. Hoy no llevaba silla de ruedas, se habría puesto su pie ortopédico. Mientras tanto cargaba con ambas manos dos bolsas, en una de ella llevaría libros pues se notaba por como sobresalían. Mientras tanto en la otra llevaría la comida.

Tragué saliva y tomé su hombro obligándolo entrar. Me asomé para observar si alguien hubiera visto la escena. Mis vecinos eran las personas más cotillas que conocía y no dudaba en que en algunos días estarían hablando de lo que acababa de ocurrir. Cerré la puerta notando su mirada a mis espaldas. Seguía sujetando entre mi manos la sartén y dubitativa me giré a su dirección.

Su mirada pasó de estar fija en mis ojos a pasar lentamente al llamativo objeto que llevaba, para volver de nuevo a mis ojos. La cara de Damián no daba crédito en esos momentos y una sonrisa divertida apareció en mi.

—¿Qué haces aquí? —pregunté al ver que seguía absorto en sus pensamientos.

Sacudió la cabeza disimuladamente mientras que yo trataba de ordenar mi cabello lo mejor que podía.

—Solo quería darte una sorpresa —explicó apenado rascando su cuello avergonzado—, pero parece que querías matarme o algo así.

Negué mientras reía.

—Me creía que eras un ladrón o algo así.

—Es casi imposible que venga un ladrón aquí.

—¿Por qué lo dices?

—Las estadísticas del año pasado decían que la mayoría de los ladrones entran en las casas más adineradas, y sabiendo al 100% que no hay nadie dentro de ella. Además, ¿sabías que hay más ladronas que ladrones?

Me quedé atónita por unos segundos tras escucharlo.

—Realmente hay veces que me sorprendes —dije dirigiéndome hacia la cocina para poder dejar la sartén.

—¿Es por eso por lo que llevabas la sartén?

—¡Claro! Tenía que defenderme.

Escuché la risa de Damián a mis espaldas

—Ladrona, el ladrón se hubiese ido tras haberte visto —intentó aguantar la risa.

—¿Por qué dices eso?

—Con esos pelos que tienes cualquiera se asustaría.

Abrí mi boca incrédula y llevando mi mano al pecho.

—Eres imbécil —solté.

De nuevo la risa de Damián empezó a escucharse.

—Pero aún así me sigues gustando —dejó las bolsas sobre la mesa actuando como si hubiese soltado cualquier cosa aunque para mi no fuese así. Una dulce sonrisa salió de mis labios—. Espero que no hayas cenado, sabía que ibas a estar con ese trabajo y pensé, ¿por qué no le llevo una maravillosa hamburguesa a la maravillosa ladrona?

La habitación de enfrenteWhere stories live. Discover now