Capítulo 41: "Nada por aquí, nada por allá"

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«Amax, acabo de darme cuenta que también me gustas».

«Te tardaste».

«Que me gustes no significa que vaya a dejar de golpearte cuando te lo merezcas».


Creo que hoy me he olvidado lavarme las orejas.

Tal vez un mosquito me picó ambos oídos y ha afectado mi audición.

¿Qué tal si estoy padeciendo algún tipo de interferencia en el que escucho la conversación de otras personas?

—Traté de evitarlo. —Posa su mano en mi mejilla, y espero sea la que no usó para acariciarse sus pelotas de ping pong—. Traté de luchar contra este hasta el último momento, pero fue inevitable. Al igual que antes. Eres demasiado para mí como para no verme afectado.

Su mano llega hasta mi cabeza y coloca un mechón rebelde detrás de mi enferma oreja. Libera una de esos suspiros que muestran rendición cuando sabes que no puedes ganar.

—Ya me tienes sujetado del cuerno, eres libre de amarrarme cuando quieras.

Bajo la mirada, pensativa.

Amelia, no. Sé lo que tienes pensado hacer y te lo prohíbo. No puedes...

La voz de mi cabeza se calla cuando uno mis labios con los suyos. Mi propia voz desaparece cuando él intensifica el beso.

Con una mano me coge de la cintura para atraerme más a su cuerpo y con la otra me sujeta la nuca.

El calor que me produce es extraordinario, es excitante, y libera por cada poro de mi ser todo lo que he estado reprimiendo.

Aquellos pensamientos encriptados cuyo mensaje real era el deseo que sentía por él, la cercanía que ansiaba concretar, las caricias que añoraba recibir.

Su cuerpo más adulto, más maduro, más hecho hombre me hizo flaquear desde el primer momento en el que lo vi en aquel restaurante, pero lo negué con tal firmeza que llegué a creerme que seguía odiándolo.

Pero la verdad es que hace mucho que dejé de hacerlo, mucho antes que apareciera.

El perdón que ha buscado conseguir lo ha tenido desde que huí de casa, desde que abandoné mi antigua vida como una cobarde. Porque ante esa decisión vino el anhelo de irme con él, de seguir el plan que habíamos pensado antes que todo lo malo ocurriera.

Esa fue la primera vez que me mentí a mí misma y me convencí de lo contrario.

«Me gustaría ser tu amiga».

Mis párpados se separan de golpe y me aparto de Max en cuestión de segundos. Me levanto y trato de arreglar mis ropas, como si con eso fuera posible olvidar lo que acababa de ocurrir.

—No puedo. —Cubro mi boca, batiéndome entre limpiarla para quitarme su esencia o acariciarla con nostalgia—. No puedo hacerle esto a Rei. —Retrocedo hasta salir del elevador.

Max se incorpora y da los dos pasos que necesita para estar de nuevo cerca de mí.

—¿Rei? ¿Pero de qué hablas? —Levanta la mano con intención de tocarme, pero retrocedo de nuevo y lo evito.

Ni siquiera lo sabe, ni siquiera lo ha notado.

Ella continúa en esa posición en la que yo estuve con Jack, en la que no me atrevía a dar el paso de valentía y confesarlo. Lo peor que puedo hacer es quitarle la oportunidad.

Por todos los huevos, ellos ya están viviendo juntos. Yo solo me estoy interponiendo.

Es muy seguro que solo me estoy dejando llevar por los recuerdos, por viejas sensaciones que me provocó hace ya tanto tiempo, e intento rememorarlo por lo bien que se sentía.

¿Me van a dejar hablar? [Presente MVDH #1]Where stories live. Discover now